martes, 30 de septiembre de 2008

Boletín Internacional Informativo - PRO

Septiembre 2008
¿Quo vadis?

            ¿Será cierto que los EE.UU se han “argentinizado”?. No lo sabremos por mucho tiempo y esperemos que no.  El término “argentinización” se ha utilizado en la última década* como sinónimo de un combo integrado por el default, la falsificación estadística, la impredictibilidad y otras formas de violentar la confianza pública y privada.
            Lo que es casi unánime es que la crisis del 2008 será recordada como la más grave desde 1929 y ya eso no es poca cosa. Tenemos que puntualizar que desde esa fecha hasta ahora ocurrió la 2º Guerra mundial, la 3º Guerra Mundial (o Guerra Fría), el inicio de la 4º Guerra Mundial (a partir de las Torres Gemelas), la crisis del petróleo en los 70’s y el aumento exponencial de su precio en los últimos cinco años, la caída de la Unión Soviética y algunas crisis puntuales de impacto global: las guerras de Corea y Vietnam, la crisis de los misiles nucleares en Cuba, el embargo cerealero a la URSS y los cuasi-defaults de Méjico, el Sudeste Asiático y Rusia.
            Si buena parte de lo ocurrido después de 1930 está directa o indirectamente relacionado con el 29, no hay imaginación humana capaz de vaticinar los efectos inmediatos y mediatos que se producirán en el futuro.
            Seguro que la “interpretación argentina” patentada por la Sra. Presidenta (¡Que bueno que es estar desenganchado del mundo!) es tan apropiada como definir a la soja como un “yuyo” o el dinero decomisado en aeroparque como una “conspiración de la CIA”.
            La realidad es que el mundo está ampliamente globalizado e integrado desde que la comunicación satelital e inalámbrica así como el Internet y el financiamiento electrónico han podido cubrir en tiempo real la transmisión de decisiones políticas, económicas y culturales.
            En este nuevo contexto, la recesión y la inflación global son casi inevitables.
                        El éxito sería lograr que – tanto una como la otra – fueran limitadas en volumen y tiempo de tal forma que los avances alcanzados en los últimos 20 años de “Paz Global” no sean superados por las posibles tensiones crecientes que un retroceso pueda provocar.
            Uno de los mayores interrogantes – aunque la superficialidad post-moderna los haya transformado en un “hecho consumado” – es hasta qué punto las economías emergentes  China, Rusia, India, Brasil, Indonesia – son un motor alternativo a los EE.UU. y Europa y podrán morigerar los aspectos más negativos del ciclo.
            En caso de verificarse este extremo, aparecerán otros factores de inestabilidad política y militar de imposible predicción.
            Lo que es ya seguro es que – gane quien gane la elección norteamericana del próximo noviembre -, Washington tendrá que lidiar con el “paquete de salvataje” aprobado –o no-  en el Congreso  (insuficiente desde el arranque) y los acuerdos de salida de tropas ya acordados entre el Gobierno norteamericano y las autoridades de Bagdad.
            No habrá recursos económicos ni tropas disponibles para asignar a Irán, Corea del Norte, Bolivia o Venezuela. La responsabilidad regional tendrá un protagonismo creciente por acción u omisión y así serán las consecuencias que tenga en todas y cada una de las áreas geográficas.
            Sería lógico prever una creciente influencia de China en la zona del Asia Pacífico y una posible tensión con India.
            Japón es una variable impredecible.
            La Unión Europea vivirá su test decisivo: después de esta crisis habrá una Europa unida o una peligrosa anarquía de regiones, naciones, idiomas y vecinos nor-africanos y medio-orientales pugnando por entrar a cualquier precio.
            Los mares y las fronteras se convertirán en muros. El endurecimiento de las políticas migratorias ya lo preanunciaba.
            Sudamérica tiene la oportunidad de vertebrar una federación con epicentro en Brasil, quien, para suerte de todos los vecinos, ha alcanzado un alto grado de desarrollo y madurez que hace posible esperar una coordinación centralizada pero democrática de la emergencia.
            Hoy, más que nunca, la  “política de buena vecindad” encarada por el Presidente Lula con regímenes tan disímiles como los de Colombia, Venezuela, Argentina o Paraguay nos permite proyectar una creciente integración macroeconómica que superará las diferencias ideológicas.-
            La pregunta “¿A dónde vamos?” es imposible de contestar. Lo que sí es seguro es que no habrá Albanias aisladas, ni paraísos fiscales, ni zonas francas, ni absurdas interpretaciones  triunfalistas. Esperemos que la “visión argentina” termine siendo ponderada y constructiva.


*En el pasado mediato – de 1955 hasta el 2001 -  “argentinización” estaba ligado a la reiteración golpista, la hiperinflación y las violaciones a los derechos humanos en grado superlativo.

Diego R. Guelar
Secretario de Relaciones Internacionales de PRO