martes, 31 de marzo de 2009

Boletín Internacional Informativo - PRO

Marzo 2009 
“Por esta única vez”

            Así reza textualmente la ley que modifica el Código Electoral Nacional del 2004 para adelantar las elecciones. Esta frase – “por esta única vez” -, ha presidido la decadencia argentina. “Por esta única vez” fue el golpe del 6 de septiembre de 1930. El General Uriburu y su corte de iluminados estaban seguros que, gracias al golpe, sanearían la República de ladrones y restablecerían las instituciones. Luego vendrían los de 1943, 1955, 1962, 1966,1976 y varios más que se frustraron en el camino.
            En 1958 declaramos la primera moratoria impositiva “por esta única vez”. De ahí en más las tendríamos de alquiler, de jubilaciones, de deudas hipotecarias, municipales, provinciales y nacionales, el default de la deuda externa en el 2001 y el generoso blanqueo del 2007. “Por esta única vez” el Congreso Justicialista de Lanús de febrero de 2003 autorizó a que se presentaran tres candidaturas y se suprimieran las elecciones internas. Nunca más tuvimos internas
            El Presidente Mitre designó los primeros cinco jueces que integrarían la Primera Corte Suprema de Justicia en 1862. Fueron depuestos en muchas oportunidades y alterado su número en 1958, 1990 y 2003. Desde 1983 – presidencia de Alfonsín – cada presidente democráticamente electo (con la excepción de De La Rua y Duhalde que no tuvieron tiempo) nombró a la mayoría de los miembros (Alfonsín y Kirchner a todos) con el objetivo de controlar sus fallos. Por supuesto, cada cambio fue “por esta única vez”. Las retenciones fueron aplicadas “por esta única vez” en 1967 y desde allí en más fueron suprimidas, reimpuestas, aumentadas o reducidas, hechas coparticipables o no, etc., etc.
Cuando la excepcionalidad se convierte en la regla, el sujeto soberano de derecho público – comúnmente llamado “La Nación” – deja de ser viable como interlocutor en la Comunidad de Naciones. El Derecho Internacional Privado, – al no existir una entidad supranacional de jerarquía superior - , pierde toda capacidad de ser garantizado por los tribunales ordinarios nacionales y las decisiones de los tribunales internacionales no son de aplicación automática ni forzosa en nuestro territorio.
            Así se va deteriorando la credibilidad hasta el infinito. Y digo infinito porque todos los días nos madrugamos con nuevas decisiones que exceden nuestra imaginación.
            Sólo la pérdida más absoluta de la percepción sobre el significado de este deterioro constante puede permitir que se repitan tales conductas.
El próximo 3 de abril 19 naciones y la Argentina se encontrarán frente a frente en Londres. El mundo espera que allí se fije un rumbo que abra las puertas a la esperanza de una pronta recuperación de la economía mundial.
            ¿Estamos a la altura de tal responsabilidad? No podemos dudar de cual es la respuesta.
            La presidenta llegará a Londres con una “firme” posición contra el proteccionismo mientras cerramos buena parte del comercio con nuestro socio principal.
            El FMI será recapitalizado y un nuevo fondo de 500 mil millones de dólares será dispuesto para socorrer a las economías emergentes que lo requieran. Así se produzca alguna flexibilización en los criterios para otorgar los nuevos créditos, Argentina no es elegible por la falsificación de sus estadísticas y por no haberse sometido a las inspecciones anuales que reciben todos los países miembros.
            Alguien podría sostener que la crisis global justifica lo ocurrido en la Argentina con anterioridad. Sin embargo, no es así. Que los CEO’s de las grandes compañías hayan abusado del mercado y cometido ilícitos y que las autoridades de superintendencia no hayan podido impedirlo, confirma que el principio de “credibilidad” funciona hasta que se pierde y luego es muy difícil recuperarlo. Hoy el Presidente Obama y la mayoría de los líderes europeos están aprendiendo esta dura lección.
            Nosotros lo perdimos hace varias décadas repitiendo que nuestros errores los cometíamos “por esta única vez”. Igual que a Pedro, nadie nos cree cuando avisamos que viene el lobo.
            Ahora nos toca jurar que, “por esta última vez” violamos los códigos.  Esperemos que nos crean.


Diego R. Guelar
Secretario de Relaciones Internacionales de PRO