domingo, 31 de mayo de 2009

Boletín Internacional Informativo - PRO

Mayo 2009
¿8 años perdidos?

Desde el 2001 al 2009 muchas cosas pasaron en el mundo. El 11 de septiembre del 2001 fue el ataque a la torres gemelas  y al Pentágono. George W. Bush llegó al 90% de apoyo popular en su país, ocupó Afganistán e Irak, pasó de 250 mil millones de superávit a 500 mil de déficit y lanzó el mayor ciclo de crecimiento económico en 50 años.
Al final de su mandato, en el 2008, su popularidad alcanzaba apenas el 20%, la situación militar en Irak y Afganistán estaba más cerca de la derrota que de la victoria y se produjo la mayor crisis económica-financiera desde la de 1930.
En el mismo lapso de tiempo, en Europa hubo un fuerte giro a la derecha, no se pudo aprobar una Constitución europea, se endurecieron la políticas inmigratorias y se verificó un crecimiento mínimo durante todo el período. La crisis del 2008 está poniendo bajo fuerte presión a todos los gobiernos que, seguramente, deberán convocar a elecciones anticipadas. (Perspectiva de caída del 4% promedio del PBI para el 2009)
En América Latina, estos últimos 8 años marcan la consolidación de Méjico y Brasil como actores centrales acompañados de Colombia, Perú, Chile y Uruguay como países serios y previsibles.
En Argentina, se produce “la caída estrella” por el default del 2001 y una “recuperación espectacular” entre el 2003 y el 2007 (con una tasa de crecimiento anual del 8%).
Tanto el default en picada como el crecimiento acelerado ocultaron la profundidad de una crisis estructural que no podía explicarse ni por Menem-De la Rua ni por Duhalde-Kirchner.
            En el 2001 se agotó el sistema peronista-radical y Kirchner pudo alzarse con el poder desde una nueva fragmentación que le permitió constituir una nueva mayoría “transversal” llena de contradicciones pero unida por intereses económicos y políticos circunstanciales propios de una transición que debería desembocar en un nuevo equilibrio de poder.
            Solo dos fuerzas parecieron surgir de la crisis como expresiones nuevas con vocación de constituir el nuevo sistema: el ARI de Lilita Carrió y el PRO de Mauricio Macri. Sin embargo, los dos cometimos pecados semejantes: confundimos el agotamiento de la UCR y el Peronismo con el rechazo a la organización partidaria como eje del modelo político.
             Así la política se personificó de semejante forma que tanto oficialismo como oposición tuvieron que echar mano del puñado de figuras que concentra “la popularidad mediática”. La carencia de partidos, ideologías y propuestas es una ausencia que no será subsanada por el solo agotamiento del kirchnerismo.
                   En el Mundo en general y en la Región y la Cultura a las que pertenecemos, los partidos se consolidaron. Así es como, pese a los excesos cometidos, existe hoy la capacidad de reacción simultánea de todas las economías desarrolladas y emergentes para evitar la depresión profunda. La dirigencia Política y los Estados están demostrando que pueden corregir (al menos, lo están intentando) lo que el Mercado puede destruir.
            La Argentina del 21 de diciembre del 2001 no fue mejor que la presidida por Fernando De la Rua. Nada debe hacernos pensar que lo que quede después de los KK’s será automáticamente superior.
            Por el contrario, lo que verificamos es que, después de 8 años de congelamiento de la UCR y el Justicialismo (como partidos organizados), la falta de una propuesta superadora ha hecho resurgir las dos subculturas (la Pan-radical y la Pan peronista) como forma de ocupar el espacio vacío.
            Solo una profunda reorganización y autocrítica de ambos espacios podrá traer aparejado un salto cualitativo hacia delante y la posibilidad de reinsertarnos en el mundo para volver a crecer.
            Sino, será otra vuelta al pasado.

Diego R. Guelar
Secretario de Relaciones Internacionales de PRO