sábado, 31 de octubre de 2009

Boletín Internacional Informativo - PRO

Octubre 2009

El síndrome de Atila

            Atila gobernó un gran imperio desde el año 434 hasta el 453. Fue el vecino más aguerrido del Imperio Romano, que ya estaba dividido en dos – uno con capital en Roma y el otro en Constantinopla -. Se lo recuerda por su crueldad y su conducta destructora y rapiñera. Pero también es considerado por los países escandinavos como un rey sabio y fundador de dinastías vikingas.
            La realidad demuestra que todos los grandes líderes son mezclas de ángeles y demonios. El mismísimo Mandela, hoy reconocido por su capacidad de reconciliar a la sociedad sudafricana y ser una clara identificación de la paz y el orden, fue un declarado terrorista especializado en atentados dinamiteros. O Sadat y Rabin que guerrearon y  ganaron juntos el Premio Nobel de la Paz. O el propio Obama, que ganó el mismo premio y tendrá que mandar 45.000  soldados más a Afganistán
           En la región, el bien y el mal se cruzan y se tocan cotidianamente. El Brasil olímpico y las milicias venezolanas. 
           La situación argentina es extremadamente grave. Buena parte de lo reconstruido después de la crisis del 2001, ha vuelto a ser destruido. La trama productiva agropecuaria, las reservas petrolíferas y gasíferas, el espectro radioeléctrico, satelital e informático, el sistema estadístico oficial, el régimen jubilatorio y todo vestigio de federalismo presupuestario, han sido devastados por la conducta depredadora de quienes controlan circunstancialmente al Estado.
           Ahora le toca el turno a las leyes de partidos políticos y entidades financieras.
           A este ritmo, no habrá ni institución ni sector que llegue al 2011 en condiciones de pasar el menor examen de credibilidad ni seguridad jurídica mínima para estimular el ahorro ni canalizar inversiones. Pensar que el anunciado “viento de cola” a partir del 2010 será suficiente para empujar una tasa de crecimiento razonable – del 3 al 5% -, es ignorar que buena parte de las crisis nacionales ocurrieron en plena recuperación de los ciclos de crecimiento globales.
            Lo extraordinario de nuestro comportamiento es que, pese a tantas señales ostensibles de locura destructiva, la mayoría de los argentinos ejerce una esperanzadora y productiva conducta de cara al futuro.
            Pareciera que, pese al manifiesto y mayoritario rechazo a la conducta del gobierno, los argentinos nos hemos acostumbrado a vivir sin Estado o, lo que es peor, aceptando que el Estado no nos protege y, además, nos agrede ex profeso.
            Europa sobrevivió a Atila, a la peste negra en el siglo XI – que mató a la mitad de la población – a más de 500 guerras regionales y 2 mundiales y avanzó en ciencia, tecnología, arte, educación y medicina durante cada uno de sus ciclos, incluyendo los más trágicos.
            La Argentina, a nuestra escala, viene haciendo lo mismo. El futuro será mejor y la nostalgia del pasado es una forma tanguera de mirar desde la nuca de la historia.
          La verdad también es que el campo está más tecnificado que nunca, que la diversidad y modernización de los medios de comunicación garantizan la información pública, que todos conocemos lo que las trampas estadísticas intentan ocultarnos, que estamos en condiciones de direccionar los fondos de pensiones y hacerlos rendir al servicio de los jubilados y la inversión pública y privada y que podemos corregir desde el Congreso los desequilibrios que hemos producido por el ejercicio abusivo del poder.
            Después de Atila, se multiplicarán las cosechas y resurgirán las ciudades sitiadas, y los artesanos volverán a sus oficios y los artistas seguirán creando y alegrando nuestras vidas…” (Anónimo romano, 448 D.C.,)
            Los pueblos son huesos duros de roer y terminan generando las dirigencias que los representan. Hasta las dictaduras que no elegimos, fueron muy representativas de nuestra idiosincrasia (no eran marines ni marcianos).
            El 10 de diciembre de 2009 se abre una nueva etapa, más allá de las “picardías” cometidas después del 28 de junio.
            Será responsabilidad de todos acompañar, controlar y limitar a un gobierno de minoría que deberá cumplir con sus obligaciones constitucionales hasta el 10 de diciembre del 2011. La mayoría deberá expresarse en el Congreso, la calle y los medios de comunicación. El gobierno deberá escuchar, consultar, consensuar y conducir. La opción no es civilización o barbarie, Atila o Mandela, es la simple y lógica aplicación del sentido común.


Diego R. Guelar
Secretario de Relaciones Internacionales de PRO