martes, 29 de noviembre de 2011

Después del Comunismo y el Neoliberalismo

En el curso de dos décadas se cayeron los dos mayores íconos ideológicos del siglo XX. En 1991 se disolvió la Unión Soviética y entre el 2008 y el 2011 quedó claro que el rol del estado es ineludible para la resolución de los grandes desajustes de las economías capitalistas.
Ni el estado omnicomprensivo y totalitario de la “dictadura del proletariado” ni el “estado ausente o mínimo” preconizado por los neoliberales (o neoconservadores) tendrían más sustento político ni económico.
En este mismo periodo, China consolidó su “capitalismo de estado” con un creciente mercado de consumo interno y una amplia faja de propiedad privada rural y urbana, industrial y tecnológica que se expande al mismo ritmo de su crecimiento e integración a los flujos comerciales, financieros y de inversión planetarios. El descontrol de los llamados “derivados financieros” y el “gap” producido entre la especulación y la producción de bienes y servicios, generó esa nueva “realidad líquida” que estalló como un volcán y se transformó en un verdadero tsunami.
Ya no alcanza con las recetas reactivadoras del keynesianismo clásico ni con los “ajustes” pergeñados por el Fondo Monetario Internacional.
Un “nuevo mundo” global e interactivo, debe suceder al de los bloques hegemónicos o el hiper imperio único.
La primera “prueba de fuego” será la supervivencia de la Unión Europea y la Eurozona.
Esto solo se alcanzará por un fortalecimiento institucional que lleve a un verdadero “gobierno económico europeo” que consolide su Banco Central, su Parlamento y las facultades de la presidencia del Consejo y la Comisión Europeas (la Corte Suprema ya ha alcanzado un alto grado de madurez). Si esto ocurre, es de esperar que la ASEAN (Asociación del Sudeste Asiático), el Nafta y el Mercosur afinen sus mecanismos de integración regional y las potencias emergentes -Brics- desarrollen su participación activa global -en el G-20 y la ONU – y en los foros regionales.
Hasta la Liga Árabe -muy activa por su “primavera”- y los mecanismos asociativos africanos están demostrando una vocación inédita de alcanzar objetivos comunes. Como todos los actores principales están trabajando en esa dirección -no hay especulaciones de bloque o naciones que crean en los beneficios de una crisis- lo esperable es que se resuelva positivamente aunque con una recesión inevitable en el próximo quinquenio .
Los estados, los bancos y las grandes empresas así como los sindicatos y los partidos políticos deberán jugar un papel de articulación equilibradora para amortiguar los conflictos sociales, aumentar la producción, crear empleo y contribuir al desarrollo de una cultura universal más solidaria para garantizar una mejor distribución del ingreso y una más eficiente asignación de los recursos. Si se transita este camino, el mundo podrá cumplir satisfactoriamente con las expectativas de sus 7.000 millones de habitantes.
Si no, una profunda crisis caerá sobre todos nosotros, seguramente peor que la que se produjo en 1930 y su consecuencia bélica mundial en los 40’s . Nuestra región y la Argentina en particular no están fuera de este escenario. No podemos pensar en cómo nos beneficiamos de esa eventual tragedia sino cómo aportamos a su solución. El mejor legado de nuestra restaurada democracia en 1983 es haber avanzado en el camino de la integración regional. Así como Francia y Alemania tienen hoy una responsabilidad central en Europa, Argentina y Brasil la tenemos en Sudamérica.