martes, 11 de diciembre de 2012

Ojos en la nuca



            En los últimos 20 años, terminada la Guerra Fría, 2 revoluciones se consagraron en el mundo: la de género – con la plena incorporación de las mujeres al mundo del trabajo y la conducción social, política y económica- y la de las comunicaciones - generando mecanismos de interacción que dotaron al individuo de una enorme autonomía para aprender y movilizarse al margen de los mecanismos institucionales organizados por el Estado o los grandes medios-.
            El Comunismo se hizo capitalista y el Capitalismo se socializó para enfrentar las demandas insatisfechas de 2/3 partes de la humanidad que no aceptaban la condena a la pobreza y al subdesarrollo sin importarles el “argumento ideológico” que los provocara.
            El pasado siguió siendo importante pero dejó de ser determinante del presente y mucho menos del futuro – Las reivindicaciones – como deudas no cumplidas – pasaron a ser aspiraciones – deseos posibles y realizables.
            Los países – al margen de su tamaño o ubicación geográfica – comenzaron a competir mostrando sus habilidades para generar riqueza e intercambiarla con otros. Se organizaron regionalmente pero no para encerrarse o guerrear sino para practicar una “escala de producción” que mejorase sus posibilidades de llegada a los más distantes.
            Claro que todos no reaccionamos por igual. Pese a estas “nuevas reglas” universales, algunos no pudieron cruzar el umbral de la modernidad y otros, pese a ser beneficiarios directos del nuevo “environment”, eligieron banderas reaccionarias teñidas de “épicas populares”. Venezuela o Irán son dos ejemplos de esta última actitud.
            Es fácil identificar aquellos países que mejor han utilizado sus energías al servicio de sus pueblos verificando resultados y perspectivas futuras.
            Argentina sigue siendo un caso curioso. Las 2 revoluciones contemporáneas – género y comunicaciones – se instalaron al nivel más alto – Presidenta mujer y mayor consumo de telefonía celular per cápita del mundo.
            Lo mismo ocurre con el “regionalismo competitivo”: el elegir a Brasil como nuestro socio estratégico – 6ª economía del mundo – y crear un mercado de 250 millones de habitantes en el Cono Sur  de América, nos posicionamos como actores planetarios de primera línea.
            Si a eso le sumamos nuestra relación con China – 2ª superpotencia mundial – y nuestro vínculo con la Antártida – con el Ártico se constituyen en máximos “reservorios de valor” del mundo -, nosotros deberíamos estar en la primera fila de las naciones que mejor  protagonizamos y proyectamos nuestro rol en el siglo XXI.
            Y, sin embargo, no es así. ¿Por qué la inflación, el virtual nuevo “default técnico”, el congelamiento de la integración y la orgullosa pretensión de hacer girar las agujas del reloj a formas del lenguaje y la retórica de más de 40 años de antigüedad?
            Nadie puede estar legítimamente a la izquierda del Partido Comunista Chino ni a la derecha del Partido Social – Cristiano alemán.
            ¿Dónde está “La Cámpora” en este escenario? ¿Por qué no tenemos un programa posible para salir de la inflación y el default de aquí al año 2015?            ¿Por qué no normalizar los partidos políticos siguiendo la Constitución y las leyes que los regulan?
            Cuando no se puede contestar a preguntas obvias o cumplir objetivos realizables es que algo huele muy mal y debemos reaccionar sin dilación alguna.
            La inmensa mayoría de los argentinos no quiere aventuras reeleccionistas ni quiebres institucionales. El “todo o nada” preanuncia que uno de los dos ocurrirá. Ambas las hemos protagonizado en el pasado y así nos fue.
            Si, en cambio, miramos hacia nuestro continente inmediato – Chile, Uruguay y Brasil – y hacia dentro de nosotros mismos, encontraremos fácilmente las claves para salir de este atolladero.

Diego R. Guelar
Secretario de Relaciones Internacionales de PRO

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