martes, 21 de mayo de 2013

La última oportunidad



           El Cristinismo fenece este año. Analizando la situación electoral de los grandes distritos queda claro que el oficialismo no tiene chance de superar los 30 puntos. Veamos: en Mendoza gana el Radicalismo; en Córdoba lidera el Peronismo Disidente y el Radical Aguad (probable ganador si se alía con el PRO), en Santa Fe, están cabeza a cabeza Binner y Del Sel; en Pcia de Buenos Aires, ocurre lo mismo entre Alicia Kirchner y Francisco de Narváez; en la Capital, gana PRO. En octubre se presenta la última oportunidad de derrotar al Cristinismo. Ya habrá tiempo, de allí al 2015, para ordenar las propuestas que competirán en ese momento.

Hasta ahora la oposición no ha podido instrumentar una política de alianzas exitosa.

Está claro que el sistema político se destruyó en el 2001 y que los K especularon con este hecho para armar su propuesta personalista y populista a la que llamaron “Modelo Nacional y Popular”.

Con cierta ingenuidad pero mucho de grandeza, Marcos Aguinis propuso hacer un amplio frente que abarcara desde Pino Solanas  hasta Federico Pinedo. La realidad indica que esto último es imposible.

Es absolutamente posible concretar 2 grandes frentes: uno que agrupe el FAP, una parte de los radicales e izquierdistas moderados afines y otro que exprese a  parte del Peronismo no Kirchnerista, el PRO, dirigentes radicales renovadores y otros sectores independientes de centro. Puede quedar espacio para una tercera opción (el peronismo “ortodoxo”) y aún una cuarta (la izquierda “dura” y el “principismo” testimonial) pero las dos juntas se repartirán menos del 10% del electorado. No hay que esperar una “unidad opositora” que, además de imposible, es innecesaria.

Igual que el Cristinismo, el sistema Peronista-Radical está acabado. No hay propuesta válida con eje en el Peronismo ni en el Radicalismo. El 80 % del electorado es independiente y quiere ver nacer opciones nuevas que no nos sumerjan nuevamente en el pasado.

Miremos lo que ocurre en el mundo. Con la sola excepción de los Estados Unidos – que tiene un sistema bipartidista claro – en el resto de América y Europa gobiernan y/o integran la oposición coaliciones de partidos más o menos permanentes alineados por ideologías muy generales o puntos específicos de gestión que los agrupan coyunturalmente.

Veamos algunos ejemplos:

1) Chile: la Coalición entre UDI y RN que lidera Sebastián Piñera de un lado y la Concertación del otro, integrada por la Democracia Cristiana y el Socialismo. En ambos lados hay otros partidos involucrados.

2) Uruguay: el Frente Amplio, hoy en el poder, que lidera el Partido Tupamaro está integrado por 8 partidos, entre otros, el Socialista y el Comunista. Del otro lado, mantienen su independencia los tradicionales Partido Blanco y Colorado pero listos para asociarse en una segunda vuelta

3) Brasil: el PT encabeza una coalición partidaria con 9 partidos de los cuales no menos de 5 tienen base electoral propia importante – controlan estados y municipios – y mantiene una alianza permanente con el PMDB que es el mayor partido individual del Brasil. En la oposición, se alían el PSDB (de FH Cardoso),

los Democratas y otras fuerzas locales.

Otra cosa ocurre en Perú, Ecuador y Bolivia donde las fuerzas políticas están muy atomizadas y se amalgaman detrás de fuertes liderazgos personales.

Méjico e Inglaterra son un sistema “tripartidario”. Holanda, Bélgica, Italia y Alemania tienen sistemas de coaliciones que no responden a un esquema fijo ideológico o programático. El fin de las tajantes propuestas por izquierda o derecha, capitalistas o comunistas, estatistas o liberales, nacionalistas o globales, ha dado lugar a un debate abierto con múltiples opciones que las sociedades contemporáneas están transitando y explorando. Conclusión, en las democracias modernas no hay partidos hegemónicos sino coaliciones y alternancias.

Volviendo a la Argentina, el  Kirchnerismo está viviendo su etapa final – el Cristinismo – y la más clara señal en este aspecto es que, en vez de ampliar su base social, económica y política, cada día se aísla y se rigidiza más y más.

Hay, todavía, un pensamiento “gorila” que desprecia el juicio popular y le sigue atribuyendo al oficialismo la capacidad de seguir engañando a muchos que , durante un periodo prolongado de tiempo – una década – supo mejorarles las condiciones de vida. Con otro discurso – el neoliberal - pasó lo mismo en los 90’s. El desengaño y el rechazo fue y será equivalente.

Pero lo importante es evitar la repetición por la cual al régimen militar lo derrotó Margaret Tatcher o tuvimos que ir al default y a la anarquía en las calles para terminar con la incompetencia de De la Rua.

Si en las elecciones de octubre el Cristinismo se desmorona sólo por su propio peso – como algunos mediocres dirigentes sueñan – sin que emerjan un par de propuestas con proyección al 2015, seremos nuevamente pasto del desorden y la crisis. Lo nuevo no puede salir de un repollo, pero debe marcar una clara frontera con las propuestas que ya han fracasado.

No habrá  “Unidad utópica “ pero sí debe haber “confluencia posible”.

La dirigencia política debe encontrar una fórmula para responder al reclamo de la ciudadanía. Si no lo hiciera, que Dios y la Patria nos lo demanden.

 

Diego R. Guelar

Secretario de Relaciones Internacionales de PRO

 

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