El
Cristinismo fenece este año. Analizando la situación electoral de los grandes
distritos queda claro que el oficialismo no tiene chance de superar los 30
puntos. Veamos: en Mendoza gana el Radicalismo; en Córdoba lidera el Peronismo
Disidente y el Radical Aguad (probable ganador si se alía con el PRO), en Santa
Fe, están cabeza a cabeza Binner y Del Sel; en Pcia de Buenos Aires, ocurre lo
mismo entre Alicia Kirchner y Francisco de Narváez; en la Capital, gana PRO. En
octubre se presenta la última oportunidad de derrotar al Cristinismo. Ya habrá
tiempo, de allí al 2015, para ordenar las propuestas que competirán en ese
momento.
Hasta
ahora la oposición no ha podido instrumentar una política de alianzas exitosa.
Está
claro que el sistema político se destruyó en el 2001 y que los K especularon
con este hecho para armar su propuesta personalista y populista a la que
llamaron “Modelo Nacional y Popular”.
Con
cierta ingenuidad pero mucho de grandeza, Marcos Aguinis propuso hacer un
amplio frente que abarcara desde Pino Solanas
hasta Federico Pinedo. La
realidad indica que esto último es imposible.
Es
absolutamente posible concretar 2
grandes frentes: uno que agrupe el FAP, una parte de los radicales e izquierdistas
moderados afines y otro que exprese a parte
del Peronismo no Kirchnerista, el PRO, dirigentes radicales renovadores y otros
sectores independientes de centro. Puede quedar espacio para una tercera opción
(el peronismo “ortodoxo”) y aún una cuarta (la izquierda “dura” y el “principismo”
testimonial) pero las dos juntas se repartirán menos del 10% del electorado. No hay que
esperar una “unidad opositora” que, además de imposible, es innecesaria.
Igual
que el Cristinismo, el sistema Peronista-Radical está acabado. No hay propuesta válida con eje en el
Peronismo ni en el Radicalismo. El 80 % del electorado es independiente y
quiere ver nacer opciones nuevas que no nos sumerjan nuevamente en el pasado.
Miremos
lo que ocurre en el mundo. Con la sola excepción de los Estados Unidos – que
tiene un sistema bipartidista claro – en el resto de América y Europa gobiernan
y/o integran la oposición coaliciones de partidos más o menos permanentes
alineados por ideologías muy generales o puntos específicos de gestión que los
agrupan coyunturalmente.
Veamos
algunos ejemplos:
1)
Chile: la Coalición entre UDI y RN que lidera Sebastián Piñera de un lado y la
Concertación del otro, integrada por la Democracia Cristiana y el Socialismo.
En ambos lados hay otros partidos involucrados.
2)
Uruguay: el Frente Amplio, hoy en el poder, que lidera el Partido Tupamaro está
integrado por 8 partidos, entre otros, el Socialista y el Comunista. Del otro
lado, mantienen su independencia los tradicionales Partido Blanco y Colorado
pero listos para asociarse en una segunda vuelta
3)
Brasil: el PT encabeza una coalición partidaria con 9 partidos de los cuales no
menos de 5 tienen base electoral propia importante – controlan estados y
municipios – y mantiene una alianza permanente con el PMDB que es el mayor
partido individual del Brasil. En la oposición, se alían el PSDB (de FH
Cardoso),
los Democratas y
otras fuerzas locales.
Otra
cosa ocurre en Perú, Ecuador y Bolivia donde las fuerzas políticas están muy atomizadas
y se amalgaman detrás de fuertes liderazgos personales.
Méjico
e Inglaterra son un sistema “tripartidario”. Holanda, Bélgica, Italia y
Alemania tienen sistemas de coaliciones que no responden a un esquema fijo
ideológico o programático. El fin de las tajantes propuestas por izquierda o
derecha, capitalistas o comunistas, estatistas o liberales, nacionalistas o
globales, ha dado lugar a un debate abierto con múltiples opciones que las
sociedades contemporáneas están transitando y explorando. Conclusión, en las democracias modernas no hay partidos
hegemónicos sino coaliciones y alternancias.
Volviendo
a la Argentina, el Kirchnerismo está
viviendo su etapa final – el Cristinismo – y la más clara señal en este aspecto
es que, en vez de ampliar su base social, económica y política, cada día se
aísla y se rigidiza más y más.
Hay,
todavía, un pensamiento “gorila” que desprecia el juicio popular y le sigue
atribuyendo al oficialismo la capacidad de seguir engañando a muchos que ,
durante un periodo prolongado de tiempo – una década – supo mejorarles las
condiciones de vida. Con otro discurso – el neoliberal - pasó lo mismo en los
90’s. El desengaño y el rechazo fue y
será equivalente.
Pero
lo importante es evitar la repetición por la cual al régimen militar lo derrotó
Margaret Tatcher o tuvimos que ir al default y a la anarquía en las calles para
terminar con la incompetencia de De la Rua.
Si
en las elecciones de octubre el Cristinismo se desmorona sólo por su propio
peso – como algunos mediocres dirigentes sueñan – sin que emerjan un par de
propuestas con proyección al 2015, seremos nuevamente pasto del desorden y la
crisis. Lo nuevo no puede salir de un
repollo, pero debe marcar una clara frontera con las propuestas que ya han
fracasado.
No
habrá “Unidad utópica “ pero sí debe
haber “confluencia posible”.
La
dirigencia política debe encontrar una fórmula para responder al reclamo de la
ciudadanía. Si no lo hiciera, que Dios y la Patria nos lo demanden.
Diego R. Guelar
Secretario de
Relaciones Internacionales de PRO
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