martes, 14 de junio de 2011

Construyamos el Partido- 47 (14- 6 - 011)

Se presentaron las candidaturas nacionales
       Del Péndulo a la Perinola    


Toda la tesis desarrollada desde el “Construyamos el Partido-1” (21 de Junio del 2009) se ha desmoronado como un castillo de naipes: la lógica y la cultura política occidental – donde deberíamos estar insertos - marcaban la construcción de 3 opciones:
a)    La del gobierno, mezcla de populismo con autoritarismo fuertemente centralista, conducida por la Presidenta, con una fuerte impronta peronista mechada con transversalidad de izquierda.
Frente ecléctico, que incluye a fracciones que ocupan todo el arco                           ideológico y una alianza de intereses concretos para-oficiales.
b)    La “Alianza Progresista”, constituida por la UCR, el Partido Socialista y el Gen, con el liderazgo de Ricardo Alfonsín, claramente identificado con la Social-Democracia europea.
c)    Unión – PRO federal, constituido por el PRO, Unión Celeste y Blanca de Francisco de Narváez y la Unión Popular de Eduardo Duhalde, llevando como candidato presidencial a Mauricio Macri,
Este frente aunaba a Peronistas con desarrollistas, Liberales, conservadores y demócratas-cristianos con una base electoral independiente y fuertemente crítica de los partidos tradicionales y el estilo K.

Existían también algunas otras propuestas muy minoritarias que, todas juntas, representaban no más del 12% del electorado nacional.
Con este perfil electoral, era imposible una definición en primera vuelta y el resultado de la segunda garantizaba la recuperación del equilibrio institucional, ganara quien ganara.
La ecuación parlamentaria, conforme al resultado de la primera vuelta, pronosticaba un parcelamiento de la representación en 3 minorías principales lo que impedía la atomización y garantizaba la concreción de acuerdos razonables para la aprobación de leyes.
Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri eran visualizados como los más seguros finalistas en la segunda vuelta de noviembre.
El retiro de Mauricio Macri  y el PRO derrumbó esta expectativa y produjo un quiebre absoluto del esquema que, precaria y dificultosamente, se había venido construyendo desde junio del 2009.
Francisco de Narváez, aislado en la Prov. de Bs. As. Y sin referente nacional, buscó desesperadamente la alianza con la UCR.
Ricardo Alfonsín, viendo que su candidata natural en el primer distrito del país no alcanzaba los dos dígitos, intentó correrse al centro y se zambulló en esa posibilidad para garantizar un volumen de votos para aspirar a la segunda vuelta.
Hermes Binner decidió romper la alianza con la UCR, objetando la presencia de De Narváez y lanzando su propia candidatura presidencial.
Lilita Carrió continuó con su testimonial soledad y Eduardo Duhalde y Alberto Rodríguez Saá quedaron disputando el voto del Peronismo Disidente.
Argentina decidió abandonar, al menos temporariamente, toda lógica política e ideológica y la oposición terminó sumándose a la propuesta oficialista de obviar toda coherencia pero con una diferencia: la falta de liderazgo para hacerlo viable y operativo.
Entre el “reservarse para el 2015” de Mauricio y el tardío “pragmatismo de centro” de Ricardo, pasando por la “confusión progresista” de Francisco y el sospechoso “dogmatismo de izquierda” de Hermes, el sistema político implosionó de una manera insospechada en sólo el transcurso de un mes y a menos de 5 meses de las elecciones generales.
Los movimientos políticos y sus líderes, cuando son históricos, reflejan un espacio y un tiempo determinado que puede, a lo sumo, durar algunas décadas. Mao-Tse-Tung, Stalin, Musssolini, Hitler, Churchill, De Gaulle, Roosevelt o Haya de la Torre, Getulio Vargas o Perón, cumplieron ese designio. Sólo las religiones o los grandes pensamientos filosóficos se extienden por centurias.
Los partidos comunistas de Rusia o China, el Partido Demócrata de los EE.UU o el APRA peruano y el Justicialismo argentino, supervivieran o no,  debieron sufrir modificaciones profundas.
Irigoyen y Perón, Raúl Alfonsín, Carlos Menem y Néstor Kirchner, son parte de la historia, la única, que tenemos todos los argentinos. Ya son pasado y desde allí nos miran y nos ilustran con sus aciertos y errores.
¿Pueden refundarse a si mismos Ricardo Alfonsín o Cristina Kirchenr? Sólo pueden protagonizar el presente. Lo mismo que Eduardo Duhalde o Lilita Carrió, ganen o pierdan las próximas elecciones.
Pero Argentina necesita encontrar un nuevo espejo para mirarse y reflejarse. Igual que  los catalanes cuando suenan las notas de la Sardana (su himno nacional) en cualquier plaza de pueblo, tenemos que dejar nuestros bártulos en el suelo y hacer un círculo alrededor dándonos las manos y bailando todos juntos al ritmo común, más allá de nuestras diferencias.
¿Podremos definirnos, finalmente, como una nación madura? Seguro que si. No hay aguacero que dure cien años y el nuestro ya lleva casi 60.
Siguen pendientes los mismos desafíos:
1)    Construir un partido – o una coalición – de centro izquierda equivalente al PT brasilero, a la Concertación Chilena, al PSOE español o al laborismo inglés.
2)    Agrupar a la centro-derecha en un partido – o coalición – como el PP Español, el PAN mexicano, el PSDB brasilero, Renovación Nacional Chilena o la UDC alemana.
3)    Dejar de lado – o enterrado en el pasado – las fórmulas populistas pseudo – autoritarias o pseudo – progresistas que nos han condenado a reiterados fracasos.

Hemos sustituido el péndulo – que se desplaza con cierta lentitud – por la perinola – mucho más rápida e imprecisa – para poder girar más rápidamente. El resultado es una creciente incertidumbre de la ciudadanía que, más que conducida democráticamente, es confundida frívolamente por aquellos que se proponen como dirigentes y terminan dándole la espalda, defeccionando o alterando su declamada identidad.
Las cartas están echadas. Estamos a punto de cumplir el décimo aniversario de la última crisis. Se acercan los ansiados – o temidos meses de octubre y diciembre.
Lo previsiblemente negativo supera a lo esperanzadamente positivo y la calesita sigue girando en rumbo de colisión… (dixit Jorge Asís). ¿La chocaremos? Sí, y después la volveremos a hacer andar. La sortija renueva su encanto con cada vuelta y los niñitos eternos esperan ansiosos su turno.

Diego R. Guelar

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