miércoles, 7 de julio de 2010

Cómo se defiende la soberanía

            Desde 1648 – Tratado de Westfalia (fin de la guerra civil de 30 años en Alemania y la de los 80 años entre España y los Países Bajos)- una serie de requisitos simbolizaron el proceso de construcción de las naciones. Dos de ellos fueron el de “soberanía territorial” y el de “igualdad entre Estados independientes”.
            Así se desencadenaron muchas otras guerras para definir fronteras y englobar nacionalidades  bajo un solo Estado Nacional (casi todas las Naciones Europeas tienen en su territorio distintos grupos nacionales con sus idiomas distintivos). Para fines del siglo XX, la inmensa mayoría de las fronteras estaban debidamente demarcadas y pacíficamente aceptadas. También había madurado un proceso de “integración regional” cuya avanzada es precisamente el continente que “inventó” las naciones -la Unión europea- por el cual se vienen redefiniendo el significado de los poderes nacionales y su transferencia a instancias supra-nacionales.
            Pero hasta en los esquemas más avanzados europeos, subsiste una función nacional de monitoreo y control de las fronteras terrestres, aéreas, marítimas y/o fluviales por parte de las gendarmerías y prefecturas y, eventualmente, de las fuerzas armadas nacionales.
            En la República Argentina, desde la célebre bandera negra de Facundo Quiroga con la consigna “Religión o muerte” en plena guerra civil, muchas fueron las formas que se adoptaron para representar el anhelo de soberanía nacional.
            Después de la declaración de nuestra independencia, tuvimos hasta 1880 un permanente estado de guerra civil al que sucedería otro período de cruentos enfrentamientos para alcanzar un régimen electoral no restrictivo que culminaría en 1916 con la elección de H. Yrigoyen como presidente de la República.
            Pero en 1930 comenzaría un nuevo ciclo de turbulencias con reiteradas interrupciones al orden constitucional hasta la última y fracasada asonada del 3 de diciembre de 1990.
            Vivimos, entonces, los primeros 20 años de continuidad democrática sin amenaza golpista.
            Sin embargo, en todos estos períodos hemos discutido el sentido de la nacionalidad y hemos oscilado entre propuestas antagónicas identificando reiteradamente a una parcialidad con los intereses nacionales.
            Mientras tanto, nuestros vecinos han logrado sintetizar su “proyecto nacional” como plural y complejo en lo ideológico, concretando medidas para hacerlo efectivo con mecanismos legislativos y técnicos que materializaran el logro de un Estado – País – Nación plenamente en control de sus recursos humanos y materiales. Ellos (Chile, Uruguay y Brasil) han conciliado los intereses transnacionales y los nacionales haciendo que estos factores convivan con el respeto al Estado de Derecho.
            Nosotros, en cambio, hemos perdido mucho esfuerzo y tiempo en debates estériles y obsoletos mientras renunciábamos a controlar efectivamente nuestras fronteras nacionales.
            Así hemos hecho fracasar reiteradamente los proyectos de radarización del espacio aéreo (el primero tardíamente concretado y frustrado en 1999, el último, la semana pasada). Los aviones que entran y salen de nuestro territorio son los encargados de avisar a las torres de control su cercanía y solicitar su autorización para decolar o aterrizar. Sólo con evitar hacerlo, pueden transitar con absoluta libertad. Toneladas de armas, narcóticos vegetales y sintéticos, cigarrillos, bebidas blancas, aparatos electrónicos y otros burlan de esta manera los controles fronterizos y aduaneros sin mayor problema.
            El mismo panorama ocurre con la plataforma submarina. En 1995 la Unión Europea nos ofreció fondos no reembolsables (léase donaciones) para equipar nuestra flota pesquera con las “cajas negras” que permiten controlar satelitalmente la ubicación y tiempo de las campañas pesqueras. Conociendo la capacidad de faena de cada buque, es imposible eludir el control pudiéndose así evitar la depredación de uno de los últimos grandes caladeros del planeta. Las merluzas que pescamos ya tienen la mitad del tamaño adulto recomendado (es decir, son especímenes muy jóvenes).
            El Secretario de Pesca de ese entonces rechazó el ofrecimiento. Nada se hizo de ahí en adelante.
           La falta de inversión en la prospección petrolífera y gasífera ha facilitado la actual iniciativa de compañías británicas en aguas circundantes a nuestras Islas Malvinas.
            Hasta en el caso de los reservorios de gas y petróleo de las provincias de Santa Cruz y Chubut, se ha verificado últimamente la concesión de áreas por más de 30 años a precios devaluados contratados durante el período de precios más deprimidos (2008-2009).
            Sintetizando, mientras batimos los parches y nos envolvemos con pitos y matracas en banderas argentinas, enajenamos a título gratuito los recursos naturales y/o favorecemos a los “amigos del poder” con acciones y/u omisiones que costarán fortunas a las generaciones por venir.
            La honestidad y el sentido común son los instrumentos centrales de la defensa de la soberanía territorial y popular. Nuestra mejor contribución a la integración regional es una sensata administración de nuestros recursos. Sólo así podremos sentarnos en un pie de igualdad con nuestros vecinos y socios que han sabido obrar “soberanamente”.

Diego R. Guelar
Secretario de Relaciones Internacionales de PRO

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