martes, 7 de diciembre de 2010

Construyamos el partido 28 (7–12–10)

Ricardo Alfonsín lanza su candidatura presidencial

El miércoles 26  de octubre de 1983, en la Plaza de la República, Raúl Alfonsín cerraba su campaña electoral (4 días después serían las elecciones en las cuales obtendría 52% de los votos contra Ítalo Argentino Luder 40%) con las palabras que ya son historia: “…Se acaba la dictadura militar… Nace la democracia y renacen los argentinos… que la lucha electoral no confunda a nadie: no hay dos pueblos, hay dos dirigencias, dos posibilidades, pero hay un solo pueblo…” Cerrando con… “Con la Democracia se vota, pero con la Democracia también se come, se cura y se educa”.
Un millón de personas aplaudieron a rabiar a su líder en la mayor concentración que recuerde la Unión Cívica Radical en sus 120 años de historia.
Dos días después, el 28 de octubre, en el mismo lugar, cerraba su campaña Ítalo Argentino Luder y el Partido Justicialista. A su lado, el candidato a gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Herminio Iglesias, gesticulaba exultante haciendo la V de la victoria. Luder afirmó: “… Junto a nosotros están, como siempre, las grandes mayorías populares que han permanecido fieles a las causas nacionales…” Al finalizar el acto, le arrimaron a Herminio un cajón fúnebre con los colores y la sigla “UCR” con una corona de flores e Iglesias le prendió fuego.
El 30 de octubre quedaría enterrado para siempre el mito de la imbatibilidad electoral del Peronismo que había durado 37 años.

¿De dónde sale la Unión Cívica Radical?
Su “acto fundacional” fue la revolución de 1890 donde su fundador Leandro N. ALem se alía a Bartolomé Mitre en contra del Roquismo y su partido – el PAN, Partido Autonomista Nacional – para luego separarse cuando Mitre se reconcilia con Roca.
Pero es su sobrino, Hipólito Yrigoyen, el que lo estructura, primero como grupo insurreccional y luego como fuerza electoral victoriosa en 1916.
En Yrigoyen fue fundamental la lectura del filósofo Karl Christian Friedrich Krause (1781-1832), idealista alemán, que identificaba el derecho con la moral y descreía del individualismo (Fichte) y del estatismo (Hegel).
Su obra cumbre fue “El ideal de la humanidad para la vida”, libro de cabecera de Yrigoyen.
Decía Krause: “… Cuando la idea de la humanidad es clara para el espíritu, y lo mueve interiormente a convertirla en hecho, entonces se determinan direcciones y planes prácticos de obrar, esto es, se forma un ideal…” (Ideal… pag 28).
Hay mucho de utopía en Krause, que sostiene  la armonía entre naturaleza y espíritu: “La humanidad es el mundo semejante a Dios” (Ideal… pág 34-35).
Seguramente Krause le llega a Yrigoyen desde los Krausistas españoles sin los cuales, seguramente Krause hubiese desaparecido.
Fueron sus primeros introductores en la segunda mitad del siglo XIX Julián Sanz del Río y Marcelino Fernández Pelayo y llegó a ser utilizado por el PSOE  en los ochentas para salir del Marxismo y acercarse al liberalismo y al Socialismo democrático.
En 1982, el famoso alcalde de Madrid, Enrique Tierno Galván, reconoce en el prólogo del libro “Reivindicación de Krause”: “Los españoles, merced a la influencia de Krause, dimos a la vida laica un alcance moral incomparable en cuanto a la dignidad y honradez en la conducta”.
Krause pasa de moda definitivamente y sólo queda Raúl Alfonsín como su último y fiel abanderado.
El propio Radicalismo ya lo había archivado cuando ocurren sus escisiones históricas – Arturo Frondizi y Oscar Alende – que se apartaron adoptando tesis desarrollistas que combinaban el pensamiento anti-imperialista de Lenin y las necesidades de alcanzar un crecimiento económico fortaleciendo las bases capitalistas de una incipiente “burguesía nacional” dispuesta a tender puentes con el sindicalismo peronista.
El pasado 3 de diciembre, desde un improvisado escenario instalado de espaldas al Congreso Nacional, Ricardo Alfonsín propone desde su movimiento “Morena” una nueva síntesis que abarca el Krausismo original, la alianza con el Socialismo vernáculo  de Hermes Binner y un barniz de socialdemocracia europea que intenta unificar del centro a la izquierda a todo ese amplio pero desorganizado sector de la opinión pública.
En su discurso, autocriticó los ingenuos sueños de 1983: “…pensábamos que sólo recuperando la democracia política podíamos avanzar hacia una sociedad más justa…” “… reconociendo que “es más difícil crecer que no crecer…”
La pregunta del millón es si las buenas intenciones partidarias de 1983 y 1999 pueden plasmar una propuesta de gobierno para el 2011 que “enamore” y produzca los apoyos necesarios para afirmar la gobernabilidad y consolidar las instituciones.
Mientras tanto, la viudez reditúa y más del 50% de la población acompaña positivamente a la Presidenta Cristina.
El Peronismo, dividido por las brutales antinomias planteadas por Néstor Kirchner, tiende a relajarse por una tregua que todavía no constituye una estrategia de sólido corrimiento al centro lo que traería aparejado retornar a la “unidad”, debilitar definitivamente al “Peronismo Federal “ y permitiendole encarar el proceso electoral con una sólida chance ganadora.
Sólo el PRO de Mauricio Macri, propuesta centrista desde el vamos, puede orquestar una “tercera opción” si logra darle organización, doctrina y programa al “nuevo electorado” que abjura del Kirchnerismo, desconfía del Radicalismo y rechaza el ideologismo de izquierda. Por supuesto, no puede hacerlo sólo.
La “izquierda dura”, siempre minoritaria, irá por su rumbo al margen del resultado final.
Ya no alcanza con la idea de crear un “Polo anti-kirchnerista”. Ahora hay que demostrar que se puede gobernar mejor.

Diego R. Guelar





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