miércoles, 27 de abril de 2011

Construyamos el Partido – 45 (27- 4- 011)

Frente al precipicio o la gloria

La perinola sigue girando. Quedan todavía tres alternativas: Cristina y el Populismo Autoritario (o “el modelo de Él”); Alfonsín y la Centro-Izquierda (o el “Progresismo”) y M. Macri y la Centro-Derecha (o “el centro”).
El contenido de los paréntesis son los apelativos locales utilizados para confundir a la gente desde un esquema político que pretende ser a-ideológico (o “superador de las ideologías”) y, por lo tanto, sujeto a combinaciones intercambiables sin límites ni prejuicios.
Es bueno que no haya “límites ni prejuicios” cuando hay valores superiores en juego:
a)    EE.UU e Inglaterra se aliaron con la Unión Soviética de Stalin para derrotar al Nazismo.
b)    EE.UU y Europa se aliaron en la OTAN para enfrentar al Comunismo después que cayera sobre Europa Central la “Cortina de Hierro”
c)    Los partidos de la “Concertación” chilena, centralmente el Socialismo y la Democracia Cristiana, se aliaron para enfrentar a Pinochet  en 1985.
d)    Los Socialdemócratas y los Socialcristianos alemanes formaron un gobierno de “unidad Nacional” al tener un virtual empate en el 2005 y no poder armar gobierno por separado recurriendo a sus aliados minoritarios naturales, los Partidos Liberal y Verde.
Hay miles de ejemplos en la historia que siguen este “modelo de conducta” que consiste en construir coaliciones o frentes electorales, regionales o militares frente a la necesidad de acumular una capacidad electoral o geo-estratégica que preserve valores comunes en serio riesgo de derrota o extinción.
La distancia político-ideológica entre el Radicalismo, el Peronismo Disidente y el PRO no puede caracterizarse como antagónica, ni siquiera como lejana. Prima en los tres un pensamiento moderado, humanista y centrista que concilia un rol activo del estado con el respeto a la iniciativa privada. Ninguna de las tres fuerzas es clerical, ni marxista, ni neo-liberal.
Más allá de las candidaturas, entre Ricardo Alfonsín, Mauricio Macri y Eduardo Duhalde hay muchos más puntos en común que los que cualquiera de los tres tienen con la actual administración de Cristina Kirchner.
Los tres creen en la independencia de los poderes del Estado (y también en la del Bco. Central); en la necesidad de mejorar la relación con el agro; en la conveniencia de administrar una “preferencia regional” con nuestros socios sudamericanos para desarrollar nuestra industria nacional y protegerla de la competencia desleal; en profundizar nuestro relacionamiento con China y el Asia-Pacífico sin por eso renunciar a nuestra pertenencia occidental y nuestros lazos con los EE.UU y la Unión Europea; en profundizar la igualdad de género y la protección de la infancia y de la ancianidad; en la utilización de las negociaciones paritarias y el rol de las organizaciones de empresarios y trabajadores como partícipes necesarios del diálogo social y económico; en proteger la administración de los fondos que pertenecen a los jubilados y utilizar los mismos como fuente de financiamiento de inversiones productivas de mediano y largo plazo, preservando su debida rentabilidad; en devolver al INDEC su prestigio y credibilidad, etc., etc., etc.
La lista de acuerdos principistas y operativos es mucho más larga.
Los disensos existen, pero son insignificantes a la luz de los objetivos que debe lograr  una administración sensata de la Argentina por los próximos 4 años.
¿Qué impide explorar y, eventualmente, alcanzar un frente programático electoral entre estas tres fuerzas y sus líderes máximos?
No parece que fuera el carácter mesiánico ni el “divismo” de ninguno de los tres.
Por el contrario, todo indica que una fuerte dosis de sentido común, moderación y apego a la ley son características que los asocian.
La referencia inmediata la vimos en Perú. ¿Qué hizo imposible a Alejandro Toledo,  Pedro Pablo Kuczynski y Luis Castañeda  alcanzar una fórmula común y ganar seguramente en primera vuelta las últimas elecciones generales en Perú? La respuesta es  La destrucción y/o debilidad de los partidos políticos. Eso impide la convocatoria legítima del más fuerte y organizado o la concertación más humilde entre débiles pero que se sienten lo suficientemente seguros como para pactar y acordar.
Mauricio Macri lo intentó pero no le alcanzó su posicionamiento personal, partidario ni ideológico. No fue el jefe de la centro-derecha que le propone al jefe de la centro izquierda acordar desde ese territorio común – que es el centro – una estrategia común para derrotar al autoritarismo populista.
Falta “relato”, falta encuadramiento en la realidad regional (donde gobiernan coaliciones y lo hacen muy bien) e identidad y fortaleza ideológica.          
Nos hemos quedado huérfanos de ideas  y presos de las encuestas y  de supuestos “análisis científicos” que sólo ocultan la falta de convicciones y el oportunismo de corto plazo y más corto alcance.
Ricardo Alfonsín responde en forma simétrica. Traza una línea artificial e infundada que sólo apunta a debilitar al otro que es, finalmente, socio necesario en el propósito que debería ser común mientras se generan “mesas de diálogo” provinciales con el mezquino propósito de confundir a propios y ajenos.
Mala fariña.
La alegría reina entre las filas de los que celebran anticipadamente el triunfo del continuismo y el auto-consuelo entre los resignados analistas de conductas ajenas quienes terminan pasándose a las filas del oficialismo al vaticinar que  “Cristina merece seguir gobernando para que caiga sobre sus espaldas la crisis que ella misma está generando”.
Los que así piensan están doblemente equivocados. Primero, porque la resignación no es alimento del liderazgo presente ni futuro y porque no es cierto que la próxima crisis, de ocurrir, caiga sobre sus autores. En ese caso, caerá sobre todos los argentinos, en particular sobre los más humildes, y la memoria colectiva identificará a los que pecaron por acción pero también a quienes lo hicieron por omisión. Ya ocurrió en el 2001.
La historia, cuando no es superadora, es repetible.
No alcanza con que  los radicales vuelvan a utilizar el “que se rompa, pero que no se doble”. Sumar fuerzas no es debilidad, la ceguera es imaginar la soledad (o la casi soledad) como la mejor compañía. El Partido Socialista de Binner y el Gen de Margarita Stolbizer son fuerzas nacionales insignificantes; Pino Solanas y Lilita Carrió hacen un culto del aislamiento; Sabatella es un apéndice del Cristinismo
El Peronismo Federal ha quedado devastado. Tiene un electorado potencial superior al  15% de los votos (¡¡una verdadera fortuna en las presentes circunstancias!! ) pero  ha dinamitado su liderazgo  y sólo le queda la operación del General Las Heras  ante el desastre de “Cancha Rayada”: salvar lo que queda y participar en la reconstrucción del “Ejército Grande” para cumplir con su mandato histórico, desde el lugar que le corresponde, la retaguardia.
La regla del juego es “representar” y desde allí, si se puede, “ganar”. Sin representación no hay dirigentes y cuando a los que les toca representar abjuran de sus obligaciones, se condenan y, además, consolidan el objetivo  del que tienen enfrente. Es decir, son funcionales a los que debían intentar derrotar por mandato expreso de una parte importante de la ciudadanía.
Siempre habrá publicistas que expliquen y maquillen, pero “aunque la mona se vista de seda, mona queda”.

Diego R. Guelar

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