jueves, 25 de junio de 2009

Construyamos el partido 3 (25.06.09)

No existen los atajos


Modelos fallidos
            El único gran partido argentino es la Unión Cívica Radical. Sólo 8 nombres jalonan 120 años de historia: Alem – Irigoyen – Alvear – Lebensohn – Balbín – Frondizi – Illia – Alfonsín. Transitaron la lucha armada, el gobierno, la abstención electoral, la proscripción y el fraude, pero siempre tuvieron un alto sentido de las instituciones y la república. Llegaron a incorporarse a la Internacional Social-Demócrata (Alfonsín fue vicepresidente de esa organización) en 1990 y, después de su crisis en 1989, recuperaron por dos años el poder entre 1999 y el 2001. En el 2003 sacaron 2% de los votos en la elección presidencial.
            Inventaron  la clase media urbana, fueron fieros opositores y mediocres gobernantes y se llevaron muy mal con los trabajadores y los industriales.
            El justicialismo no fue nunca un partido político organizado como tal. Su concepción “movimentista” (hoy  lo llamaríamos “espacio”) relegaba el partido a un mero “instrumento electoral”; se le negó siempre el rol organizativo, ideológico y programático y se colocó por encima y/o al costado de las instituciones liberales de la Constitución. Consideraba a esas instituciones como patrimonio de la “anti-patria” y la “oligarquía” que eran sus enemigos históricos. La absoluta hegemonía gubernamental – 1945-1955 -, y la proscripción – 1955-1983 – marcaron su falta de apego a la Constitución, y su “tercerismo ideológico” le facilitó el practicar una pendular trayectoria de izquierda a derecha, de la democracia a la dictadura y de la lucha armada anti-sistema  a la más absoluta colaboración con el régimen militar. En 1995 se incorporó formalmente a la Internacional Demócrata Cristiana. El abrupto giro producido durante el Menemismo (privatizaciones masivas, dolarización, indultos) duró lo que la bonanza y terminó en otro giro brutal dado por los KK’s.
            Su impronta principal fue el privilegiar la “Justicia Social” por encima de las cuestiones institucionales. Diferenciaba la “Democracia Real” de la “Formal”. Este  argumento es usual en los gobiernos autoritarios que suelen justificar sus abusos con los supuestos “justos Fines”.
            Tanto el “Modelo Radical” como el “Peronista”, si existieron, fracasaron y eso nos fuerza a encarar una etapa fundacional que debe contemplar –pero no someterse- a la cultura política global y las 2 sub-culturas (primero, unitarios y federales, luego conservadores y radicales y, por último, radicales y peronistas) que se fueron produciendo a lo largo de 200 años de existencia independiente.
            El espectáculo no empieza nunca cuando uno llega. La política es una reinterpretación constante de la historia y su riesgo permanente es ignorarla.
            Un dato a considerar es que, hasta hace 10 años, un 55% de la población consideraba “pertenecer” a una de las dos fuerzas (35% al Justicialismo, 20% al Radicalismo) lo que era un porcentaje extraordinariamente alto. En la actualidad, la inmensa mayoría de la población se considera “independiente”.
            La pérdida de estas identidades genera un serio deterioro en el nivel de politización masiva y eso se detecta con claridad en los “focus groups”. Así se multiplica la máxima de Marshall Mc Luhan: “El mensaje es el medio”. La tentación de sustituir la política y su instrumento central – el liderazgo – por la publicidad y el marketing es una opción posible pero condenada  a funcionar sólo en el corto plazo.



Propuesta Superadora
            La Argentina contemporánea – la de los últimos 30 años -, básicamente la post-Peronista, ha generado hombres y mujeres muy destacables por su inteligencia, compromiso y capacidad de trabajo.
            Empezando por Menem y Alfonsín, siguiendo por Nosiglia, Manzano, Grosso, Ruckauf, Bordón, Álvarez, Fernández Mejide, Carrió, Puerta, Corach, Toma, De la Sota, Reutemann, Ortega, Di Tella, Caputo, Terragno, Cavallo, Lavagna, Binner,etc., etc., etc (terminando en Néstor y Cristina).
            Todos y cada uno de ellos construyeron una “fantasía presidencial” y un proyecto providencial que los tenían como el centro ineludible de la historia. No hay proyecto estratégico sustentable desde una persona por más eficaz que sea su  corte  de colaboradores y supuestos admiradores.
            El modelo individual es para rock-stars, animadores televisivos y otras variantes de las artes, las letras, las profesiones liberales o algún proyecto empresarial transitorio.
            En nuestra región se dieron varios casos: Fujimori (Perú), Collor (Brasil), Mahuad (Ecuador), Sánchez de Lozada (Bolivia) y Wasmosy (Paraguay). Más allá de lo que se hayan llevado de las arcas oficiales, ninguno pasará a la historia salvo por sus condenas penales.
            Hoy, Unión – PRO, tiene la oportunidad de encabezar una gesta histórica que la mayoría de los argentinos desea.
            No podemos hacerlo solos. El sistema necesita – igual que el tango – dos protagonistas. Pero si nosotros damos – desde la centro-derecha -  el ejemplo, seguramente la centro –izquierda nos seguirá los pasos. Así veremos nacer otro colectivo desde el incipiente ACUERDO y, más allá de Binner, Cobos, Carrió, Sabatella, Juez, Solanas y Heller, deberá aparecer un PSOE argentino que pueda darnos batalla y, ocasionalmente, igual que nosotros a ellos, pueda vencernos.
            Esa Argentina, con alternancia, previsibilidad, integrada al mundo de las ideas y al flujo de las inversiones, el comercio y las innovaciones tecnológicas, será la Argentina que disfrutarán nuestros hijos y nietos.
            En no más de 20 años será posible construirla. No creamos en los atajos ni los mesianismos individuales. Los que tenemos entre 40 y 60 años sólo podremos abrir el camino al futuro. Conformémonos con esta magnífica tarea y manos a la obra.

Diego R. Guelar

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