sábado, 20 de junio de 2009

Construyamos el Partido 1 (20.06.09)


El principio del fin

            El 28 de junio se cierra una fase política importante: el fin del ciclo kirchnerista y comienza otro: el de la puja por definir el futuro del sistema democrático.
           Podría acotarse – en términos del pasado que no debería repetirse – como la mera  “sucesión del kirchnerismo”. En estos términos se anotan Scioli, Massa, Reutemann, Romero, De la Sota, Busti, Gioja, Das Neves y todos aquellos que, linealmente, participaron con el mismo entusiasmo del “modelo neoliberal” de Menem y del “modelo productivista” de Kirchner. Tanto uno como el otro eran herederos de la base social que alimentó históricamente al Peronismo, pero sin el encuadramiento histórico, político y social que le diera sentido: la Guerra Fría, el nacionalismo autárquico y un “tercerismo desarrollista” que aunaba el pensamiento económico de Cafiero, Frigerio y Gelbard.
            Esta conjunción permitió que, durante 50 años, nacionalistas, cristianos y marxistas pudieran “alimentar” el movimiento político conducido por Juan Perón basado en un trípode (Estado – empresarios – trabajadores) que se describía como “la Comunidad Organizada”.
            Sin la puja de los  bloques americano y soviético, con una burguesía nacional débil que prefería la evasión impositiva y la fuga de capitales, con una dirigencia sindical prebendaría y corrupta y una dirigencia política oportunista y “pragmática”, el “modelo peronista” perdió sustento y arrastró en su caída a su socio funcional, la Unión Cívica Radical.
            La “originalidad argentina” de esquivar los modelos bipartidarios (centro-izquierda y centro-derecha) sustituyéndolos por una superficial puja entre el “sindicalismo populista” y el “progresismo vacuo” generó un distanciamiento con los modelos imperantes en Chile, Uruguay y Brasil que pudieron ser exitosos basados en la sólida construcción partidaria, la reconstrucción del Estado, la responsable participación inversora del sector privado nacional y extranjero, y el aggiornamiento de las estructuras sindicales.
            Así Fernando H. Cardozo, Ricardo Lagos y Julio Sanguinetti, prepararon las condiciones para la continuidad con Lula, Bachelet y Vázquez, sin que se produjera crisis ni retroceso durante los 90’s y la primera década del siglo XXI.
            Unión-PRO”, heredera del  inicial “Compromiso para el Cambio”, está produciendo su tercer hecho histórico en sólo siete años: el primero, su fundación en el 2002 coincidiendo con una crisis institucional comparable a la de 1890 (nacimiento de la UCR) y la de 1945 (comienzo  del Peronismo). El segundo, el triunfo en las elecciones porteñas de junio del 2007 y, actualmente, el conformar una fuerza política capaz de competir y, eventualmente, derrotar al kirchnerismo en la Provincia de Buenos Aires. En ambas hipótesis  - ganar o salir segundo por escaso margen  - su peor error sería identificarse mecánicamente con el proceso Menemista-Kirchenerista de adaptación pendular y sucesión mecánica como propuesta de “nuevo” maquillaje formal sin autocrítica ni reorganización política, programática e ideológica.
           La supuesta “muerte de las ideologías” no es más que la forma de presentación del “pragmatismo sin valores”, que, en caso de repetirse, garantiza  la recurrencia de  crisis futuras.
            Tenemos de aquí al 2011 la oportunidad de formular, centralmente a la base social del peronismo, una nueva propuesta partidaria que permita construir una fuerza humanista, centrista y democrática que demuestre su vocación llamando a la afiliación y comprometiéndose públicamente a elegir sus autoridades partidarias y cargos electivos en primarias a realizar en el segundo trimestre del 2011.
            Cuando hago referencia a “orientar” nuestra afiliación, no excluyo la participación de independientes (hoy la mayoría del espectro electoral) ni de otros orígenes partidarios, sino que parto de la premisa que la Coalición Cívica, el Socialismo y la UCR harán algo parecido para dirimir sus candidaturas futuras (Carrió, Cobos y Binner).
            En nuestro caso, Macri y De Narváez  deberían ser la punta de  lanza de esta propuesta y no pretender volver a reproducir el “internismo peronista” que, el mismo De Narváez, pese a su novel y exitosa trayectoria, ha recorrido y padecido.
            Las derrotas seguras del Justicialismo en Mendoza, Córdoba y Capital y sus márgenes acotados en Provincia de Buenos Aires y Santa Fe, son la oportunidad para profundizar en un proceso de renovación y organización partidaria.
            Seguramente muchos dirigentes peronistas encontrarán en nuestra propuesta una oportunidad de “reciclarse” y esto no es negativo en la medida que muchos más lo vivan honestamente como forma de expurgar sus errores del pasado y aún muchos más se incorporen a nuestras filas superando la indiferencia cómplice o la frustración ante la imposibilidad de poder actuar desde y para la política.
            Seguramente hay y habrá atajos más eficientes. Seguramente serán individualmente más redituables.
Aceptar el desafío fundacional, en esta oportunidad, no es una opción sino un deber.

Diego R. Guelar


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