miércoles, 7 de abril de 2010

Construyamos el partido 6 ( 7-4-10)

Con una candidatura no alcanza

            El lanzamiento de la candidatura presidencial de Mauricio Macri es un instrumento útil y una oportunidad para replantearnos nuestra tarea partidaria (no será el Juez Oyarbide quien altere el rumbo de la historia si nosotros actuamos consecuentemente).
            Mientras el Radicalismo ha encontrado la vía para recuperar su presencia nacional, el Peronismo se desangra en una interna estéril y vacía de todo contenido. Sólo el “miedo a perder” sus posiciones de poder parecen movilizarlo contra su decadente conducción actual: Néstor y Cristina Kirchner.
            La vuelta al ruedo del ex Presidente Eduardo Duhalde es el único hecho significativo que pretende volver a dotar al Peronismo de un ideario que lo posicione como una de las dos grandes fuerzas políticas que apuntalan el esquema bi-partidista que caracterizara a la Argentina desde Unitarios y Federales.
            UNIÓN – PRO vivió un momento de gloria el pasado 28 de junio del 2009. Los éxitos electorales en Capital y Provincia de Buenos Aires lo dotaban de una base electoral y territorial ideal para nacionalizar su propuesta de renovación política.
            Perdimos una extraordinaria oportunidad de salir a afiliar a peronistas e independientes que intuían en nosotros a la fuerza que podía representar las bondades históricas del Peronismo imprimiéndole una nueva y vigorosa convicción en las instituciones republicanas.
            El Humanismo de Centro en lo ideológico, el Desarrollismo en lo económico y una fuerte decisión de inclusión y generación de empleo en lo social, eran una fórmula muy atractiva para amplios sectores de la opinión pública filo-peronista e independiente que buscaba una nueva identidad capaz de competir y alcanzar el poder.
            Pese a los errores cometidos, todavía estamos a tiempo de corregir el rumbo  a transitar.
            La alianza con el Peronismo disidente (o federal) es una posibilidad que se amplía con el paso del tiempo, pero resolver nuestro “problema de identidad” sigue siendo nuestro desafío más acuciante. Difícilmente pueda realizarse una “política de alianzas” con terceros sino se define una personalidad y una propuesta partidaria propia.
            No alcanza con una candidatura, por mejor que sea, como propuesta sólida, frente a la descomposición político-partidaria ocurrida durante los últimos 10 años.
            El espíritu fundacional es un componente esencial de estos tiempos.
            Pretender ser la “nueva política” no puede ser sólo una consigna publicitaria o un recurso comunicacional.
            Sin contenidos no hay mensaje, sin convicciones no hay ideales, sin utopías no hay pragmatismos éticos para aplicar a la realidad y modificarla. El retroceso y la decadencia no se eliminan sin la participación activa de millones de argentinos que hoy se sienten confundidos y desamparados por una dirigencia que aparece fragmentada e incompetente.
             Dirigir es “marcar la cancha” (o al menos proponerse hacerlo) y es el desafío permanente de la política desde que Platón y Aristóteles fundaran hace 2.500 años la Ciencia Política y crearan el 90% de las categorías de análisis que se utilizan hasta la fecha. La “nueva política” no es ni más ni menos que la reinterpretación de la historia, la aplicación de una reflexiva autocrítica y la capacidad de persuadir a un número importante de nuestros conciudadanos que nosotros representamos una propuesta para el mañana que contempla sus intereses y los defiende.
            El Peronismo federal, Unión Celeste y Blanca y PRO constituyen un electorado ideológicamente compatible y organizable para una contienda que tiene a la Unión Cívica Radical y al Socialismo como los pilares de otra alternativa. Ambas, con matices, representan a la inmensa mayoría de los argentinos.
            Las dos son de Centro, con profunda raigambre nacional, defensoras del estado y de las organizaciones libres del pueblo y, por lo tanto, pueden competir pero también colaborar en la construcción de un modelo evolutivo semejante al de Brasil, Chile y Uruguay.
            Si PRO no define el rol que le corresponde en esta tarea, se diluirá en las cenizas de un Peronismo que desaparecerá o que encontrará, finalmente, los mecanismos renovadores que se vienen frustrando desde la década del 80.
            PRO puede ser un instrumento apto para alcanzar la modernización y el desarrollo de nuestra patria, o ser otra experiencia frustrada. Lo intentaron durante los últimos 50 años, desde diferentes perspectivas ideológicas, la UCRI, UDELPA, el PI, el “Peronismo sin Perón”, Montoneros y Erp, la UCD, el Alfonsinismo, el Menemismo, el FREPASO, el ARI, y el “Modelo Kirchnerista”. Los que no desaparecieron, lo harán en el futuro cercano.
            En los últimos 120 años, sólo 2 partidos lograron “superar al tiempo”: el Peronismo y el Radicalismo. Pero en los últimos 25 años de democracia, ambos traicionaron la confianza que les depositara la inmensa mayoría del pueblo argentino.
            La historia siempre es grande. Pequeños somos los individuos. Ajustar y compatibilizar la grandeza y la pequeñez es la tarea de una clase dirigente que sólo es grande si se organiza en partidos sólidos y representativos.
            Sino, es sólo expresión de caprichos o aventuras individuales que terminan en las peores corruptelas y despropósitos.
            Los Kirchner son la más clara expresión de esto último. Por eso no debemos competir para “sucederlos” sino para derrotarlos desde una experiencia superadora.

Diego R. Guelar

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