lunes, 9 de agosto de 2010

Construyamos el Partido 11 (9-08-10)

El fin de la “doctrina de la emergencia”

            Las cuatro presidencias constitucionales electivas que ocurrieron en Argentina desde 1983, tuvieron que aplicar “planes de emergencia” al recibir la administración en situaciones de “excepcionalidad”.
            El Dr. Raúl Alfonsín, en 1983, después de casi 8 años de dictadura (con severas violaciones a los derechos humanos, fracasos políticos y económicos más la Guerra de Malvinas); el Dr. Carlos S. Menem, heredando 5000% de inflación del año 1989, 60 millones de dólares en el Banco Central y grave crisis política y social. El Dr. Fernando de la Rua, en 1999, con las arcas vacías, 2 años de recesión  y la carga de una deuda externa insoportable. El Dr. Néstor Kirchner (y su continuadora Cristina Fernández) en el 2003, quienes, pese a la exitosa “gestión de crisis” conducida por el Dr. Eduardo Duhalde desde enero del 2002, debía superar los efectos de la pauperización producida por el default financiero, la fuga de capitales y los altos índices de desocupación.
            Más allá de numerosos criterios aplicables para diferenciar a Peronistas y Radicales (las dos grandes fuerzas que se alternaron en el poder), aparecen algunas coincidencias y una diferencia destacable:
            Los Peronistas pudieron concretar 2 mandatos seguidos mientras los radicales entraron en crisis a los 2 años de iniciadas sus gestiones. No se verifican mayores diferencias ideológicas entre ambos partidos (los 2 nacionalistas, no liberales, uno ligeramente social cristiano – pero no clerical -) y el otro socialdemócrata (sin origen marxista).
            Tampoco la calidad de los hombres y mujeres que acompañaron cada gestión: gabinetes de Alfonsín: Grinspun, Caputo, Storani, Negri, López, Troccoli, Sourrouille, Pugliese, Rodríguez, Nosiglia, etc.); de Menem: Di Tella, Cavallo, Salonia, Corach, Camilión, Manzano, Béliz, Bauzá, etc.; de De la Rua: el “dreamteam” de economistas: Machinea, López Murphy, Rodríguez Giavarinni y Llach, más Fernández Mejide, Storani, etc. Y Kirchner: Lavagna, Béliz, Fernández y Fernández, Bielsa, Filmus, etc.
            También asocia a las cuatro administraciones la “emergencia económica” (el “Plan Austral”, la Convertibilidad, el default y “el modelo”) y las cortes Supremas “a medida” (con la excepción de De la Rua, porque no tuvo tiempo).
            La gran diferencia se planteó en el “pragmatismo” con que los Peronistas enfrentaron las crisis. Esto está directamente ligado a las situaciones globales planteadas en el mundo.
            En 1989 estábamos en el comienzo de una nueva era: se caía el Imperio Soviético y se especulaba con “Consenso de Washington y el pensamiento único”. De ahí vino el giro neo-liberal, las privatizaciones y la apertura indiscriminada. Éstas fueron “generosamente” financiadas desde el exterior.
           Si bien los cuadros medios del peronismo siempre se resistieron a este brutal giro, la “eficacia” del planteo y el acompañamiento de la opinión pública (más las conveniencias personales) hicieron perdurar esta versión muy corregida de la “comunidad organizada” de Perón durante más de 10 años.
            Antes y después de esta “aventura”, les tocó a los radicales. Su vocación “declarativa-institucional” se repitió en ambas oportunidades (una, con la brillantez de Raúl Alfonsín y la otra, con la mediocre confusión de De la Rua). Su “doctrinaria” desconfianza hacia los empresarios, el sindicalismo, la Iglesia y las Fuerzas Armadas y el carecer de una propuesta superadora al “continuismo corporativo” que tales estamentos representaban, los hizo derrumbar sus propias administraciones que habían sido encumbradas como alternativas a un Peronismo desprestigiado y severamente cuestionado.
            Kirchner, fiel a la tradición peronista, giró; pero lo hizo  para el otro lado.
            El mundo que a él le tocó fue el posterior a las torres gemelas con el comienzo de la caída de George W. Bush y la repudiada invasión de Iraq – marzo del 2003 -. Se estaba terminando el proyecto “Alca” en la región y las izquierdas gobernaban en Brasil, Chile y Uruguay.
            La ideología pasó a ser “transversal” con ejes de apoyo en los grupos piqueteros, la CGT y un grupo de “empresarios nacionales” ligados personalmente con el matrimonio reinante. A esto debe agregarse el eje “Derechos Humanos” interpretado como la revisión de las amnistías e indultos recaídos sobre los responsables del proceso militar del 78-83.
            Todo esto sería historia antigua sino fuera que está directamente ligada al futuro inmediato de la Argentina.
            Lo que fue el “3er movimiento histórico” para Alfonsín y la “Re-reelección” de Menem como aspiración perpetuadora, lo es hoy el “2do período de Néstor”.
            Igual que en el pasado, se sacrifica el futuro de la mano de una ficción circunstancial que, finalmente, será desbaratada por la realidad pero sin modificar la lógica perversa que ha caracterizado a la Argentina moderna. Basta con analizar lo que ocurrió durante este mismo lapso en Brasil, Uruguay y Chile, como para entender por qué a ellos les va como les va y a nosotros “no nos va”. Para diciembre del 2011 seguramente estaremos iniciando (o al borde de iniciar) una nueva crisis. Se cumplen 10 años de la última en el 2001 y “continuidad estratégica” desde 1945 (1955 – 1966 – 1976 – 1989 – 2001).
            Todavía estamos a tiempo de evitar el “sino trágico” de repetirnos a nosotros mismos.
            El problema no es el juicio político y el oral a Mauricio Macri, ni la interna Cobos – Alfonsín o la del Peronismo Federal, ni siquiera la derrota de Kirchner.
El problema somos nosotros mismos y  nuestra falta de voluntad (hasta ahora) para cambiar la historia.
            Otras naciones han pasado por situaciones más trágicas y pudieron resolver sus enigmas.
            Que Lula sea Presidente  del Brasil (un obrero metalúrgico), que Piñera lo sea de Chile (el empresario más rico y exitoso) y Mujica de Uruguay (uno de los 3 fundadores de Tupamaros) muestra como sociedades afines a la nuestra han podido superar los mayores antagonismos sociales, políticos y económicos.
            Nosotros podemos hacerlo, sólo tenemos que decidirlo y ejecutarlo. No habrá voluntad que pueda impedirlo, si ordenamos los planetas alrededor de nuestros verdaderos problemas.
            Nuestra gente sabrá premiar a los capitanes que los conduzcan a buen puerto. El ejemplo: al momento de dejar sus presidencias Tabaré Vázquez, 84% de popularidad, Michelle Bachelet, 82% y Lula, 85%.
           El Gobierno de Unidad Nacional, que seguramente sucederá al de Cristina FK, tendrá que enfrentar una “nueva emergencia” pero deberá también cimentar las bases de una “nueva transición” que rompa con las “crisis recurrentes” y nos permita construir décadas de progreso, Justicia e integración regional.

           
Diego R. Guelar

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