viernes, 5 de noviembre de 2010

Construyamos el Partido 25 (5-11-10)

Premios y castigos – Obama y Dilma

Los Estados Unidos de América y la República Federativa del Brasil no son sólo dos naciones muy importantes. Representan para Argentina, en términos políticos y económicos, una referencia central con impacto local y consecuencias internas y externas.
A través de Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento incorporamos una constitución con el modelo norteamericano y la centralidad de la educación como vertebradora de la sociedad. Ni hablar de la influencia creciente que le cabe a partir de 1945 y su consagración como hiper-potencia mundial única después  de la disolución de la URSS.
El Brasil ocupa el lugar de nuestro aliado/enemigo/rival histórico con el cual guerreamos en 1827 en territorio uruguayo, luego fue aliado de Urquiza para derrocar a Rosas y más tarde aliado de Mitre  en la Guerra del Paraguay. La “Marcha de la batalla de Ituzaingó” (ganada por la Rep. Argentina, marcó el fin de la Guerra con el Brasil) fue la de despedida y recepción del Presidente de la República hasta hace sólo 15 años.
La competencia entre naciones fue el signo de identidad del siglo XX compartiendo una de las dos hipótesis de guerra (la otra con Chile) que Argentina contemplaba.
La constitución en ambas naciones de las comisiones de Energía Atómica en los 50’s buscando el control de esa energía a través del enriquecimiento de uranio, tenían como escenario posible un “equilibrio estratégico” entre dos naciones equipadas con armamento atómico.
La represa hidroeléctrica de Itaipú, la concentración de las dos terceras partes de las fuerzas armadas de cada país en la frontera sur-norte y las restricciones en los cruces fluviales, el sistema vial y ferroviario, el acceso a la compra de tierras, la interferencia de las ondas radioeléctricas, etc., etc., marcó el clima de tensión que los acercamientos entre Getulio Vargas y Juan Perón no pudieron modificar. Recién después de 1985, con los acuerdos nucleares entre Raúl Alfonsín y José Sarney, comienzan los tratados de complementación económica que llevarían a la firma el 29 de marzo de 1991 del tratado de Asunción y la constitución del MERCOSUR.
De allí en más, el camino de la cooperación y la integración no se interrumpió, más allá de las demoras y las limitaciones institucionales para consolidarlo.
La transición democrática brasilera iniciada en 1985, fue coronada por un éxito espectacular que, por su continuidad y solidez, colocan al Brasil en el puesto 8 entre las naciones del planeta.
La elección de Dilma Rousseff no hace más que ratificar el rumbo y dar por terminada esa transición protagonizada por Fernando H. Cardoso y Luis Ignacio Lula da Silva.

USA
El pueblo norteamericano ha hecho un culto de los equilibrios entre los partidos fundados por Jefferson y Lincoln. Es imposible entender su éxito económico sin la continuidad política, el resultado de su Guerra de Secesión en 1865, su rol en las 3 guerras mundiales del siglo XX, el “Estado de bienestar” fundado por su Presidente Franklin D. Roosevelt y los derechos civiles afianzados en los 60’s que llevaron a hacer posible la elección del Presidente Barak Obama.
Las elecciones parlamentarias y de gobernadores del pasado 2 de noviembre responden a esta bicentenaria tradición de los “equilibrios corregidos” que no fueron alterados en esta nueva oportunidad.
Sin preeminencia en el Congreso y con una oposición de extrema derecha bullanguera y agresiva (Tea Party), el Presidente Obama hará una segunda mitad de mandato más sabia y consensuada. La experiencia norteamericana enseña que la tan admirada por nosotros “concentración de poder” es un veneno nocivo del sistema democrático y que la división del poder es el mejor antídoto contra los abusos y el autoritarismo.
La salida de la recesión en lo doméstico y la situación en Medio Oriente serán los ejes de la administración Obama por los dos próximos años.

Brasil:
Brasil ha alcanzado la mayoría de edad. Con 120 millones de habitantes consolidados como ciudadanos y partícipes plenos de la economía de mercado, integrará al 100% de su población en no más de 15 años, afianzándose como una de las 5 economías más potentes del planeta. Su esquema político está perfectamente balanceado entre un oficialismo integrado por una coalición de 10 partidos (los más importantes el PT y el PMDB) pero con una oposición importante (PSDB, Democratas, Verdes) que gobernará en Estados muy importantes como S.Pablo, Minas Gerais, Paraná y Brasilia. El oficialismo es hegemónico en el Nordeste y la oposición en el centro-sur (mayor concentración industrial).
Tendrá como “frutilla de la torta” un ex - presidente – Lula – muy prestigioso dentro y fuera del Brasil que le servirá al gobierno para apuntalar ejes de desarrollo interno y la política internacional.
Brasil queda posicionado como líder sudamericano e integrante de la nueva “mesa chica” del gobierno planetario con los EEUU, Japón, China, Rusia, India y la Unión Europea.
Si bien el histórico conflicto por la preeminencia regional está resuelto (a favor del Brasil), el nuevo esquema de integración regional nos ubica como socio privilegiado para participar en la expansión comercial hacia el Pacífico y generar un polo de atracción de inversiones regionales.
Nuestro único “enemigo estratégico” es nuestra propia incapacidad de crear un sistema político estable que nos consolide como nación, dejando de lado la patológica y recurrente tendencia a la generación de “modelos” parciales y circunstanciales que nunca trascienden el corto plazo.
El próximo año y medio será decisivo para acomodar nuestras instituciones a los desafíos del futuro.

Diego R. Guelar


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