miércoles, 9 de febrero de 2011

Construyamos el Partido-35 (9-2-011)

Mauricio Macri lanza su candidatura Presidencial

Finalmente, Mauricio Macri confirmó su decisión de presentarse como candidato presidencial en octubre del 2011.
Es lo que debía hacer. Un partido nacional en construcción debe someterse a las compulsas electorales generales cada vez que estas son convocadas (cada 2 años en nuestro sistema electoral).
No existe partido en el mundo que aparezca por generación espontánea o por arte de magia. PRO ya tiene 8 años de existencia y va a protagonizar su primera elección nacional. Puede ganar o perder. Lo seguro es que crecerá en volumen, calidad y experiencia.
Que su figura más significativa – en este caso su fundador – juegue su destino (teniendo una reelección prácticamente asegurad)  sin especulación y consciente de los riesgos que conlleva, es cumplir con una de las reglas fundamentales de la Política con mayúscula. Los líderes que lo precedieron cronológicamente en la región hicieron lo mismo. Fueran de derecha – Uribe, Calderón, Piñera – o de izquierda – Mujica, Lula, Morales, Correa y Chávez.
La “Nueva Política” es la que propone una opción frente aquellas  desgastadas y desacreditadas, pero es la misma política con los mismos riesgos y desafíos  (desde Aristóteles asesorando al Emperador Alejandro en la antigua Grecia).
Lo que debemos tener en cuenta es que, para que una candidatura tenga un sentido significativo, debe ser la expresión de un momento histórico, defender una idea superior y ser levantada como bandera por una porción sustancial del electorado.
Si esto es así, debe tener expresión organizativa propia y capacidad de convocar aliados y adherentes que le reconozcan su rol dirigencial. Todas las propuestas exitosas y duraderas en la región han contado con liderazgo individual, organización partidaria propia y construcción de coaliciones con otras fuerzas afines.
PRO puede ser, pese a su incipiente estructura, la catalizadora de un enorme electorado que se dispersa – hasta ahora – en referencias individuales que no han podido (y no han querido) construir una propuesta político-ideológica común. La opinión pública, que tiene expectativas depositadas en Reutemann, Scioli, Duhalde, De Narváez y Macri más muchos otros referentes locales (todos ellos calificables claramente como de centro-derecha) piensa en forma bastante parecida respecto de la Democracia, la familia, el estado, los sindicatos, el campo, la industria, la modernización y la inserción internacional. Podrán formularlo en forma más o menos estructurada pero, preguntados específicamente, contestan cosas muy parecidas.
La ubicación política formal de estos “referentes” no refleja la percepción que la gente tiene de ellos. El caso más significativo es el de Daniel Scioli, quien hoy preside el Partido Justiciaista Nacional, con altos índices de popularidad mientras la pertenencia reconocida de la población al Peronismo no supera el 20%. O el de Carlos Reutemann que, desde el silencio y la inactividad política más absoluta, sigue despertando enormes expectativas desde un ”imaginario colectivo” que le atribuye las mayores virtudes. O el de Mauricio Macri, quien sin haberse declarado nunca peronista, es asociado naturalmente con Reutemann o Scioli. O el de De Narvaez que, sin historia política alguna, derrotó a Kirchner, Scioli y más de cuarenta intendentes bonaerenses que encabezaban “listas testimoniales” en el 2009. Y  el de Eduardo Duhalde, que patrocinó y/o estimuló y/o impulsó a todos los otros del grupo y hoy registra  (todavía) índices más bajos de adhesión.
También acuerdan rodos ellos con lo que no quieren: el autoritarismo y la corrupción actual ( al menos en el discurso).
Del pelotón mencionado, sólo dos han manifestado su decisión de ser candidatos presidenciales: Eduardo Duhalde y Mauricio Macri.
Ambos representan cosas distintas, pero confluyen en las prioridades para la década entrante. Para uno, la última oportunidad; para el otro, la primera.
¿La alianza resta o suma? Depende. Si predominan los intereses de la sociedad para conciliar gobernabilidad y cambio, experiencia e innovación, desarrollo y estabilidad, soberanía y globalización, la alianza suma.
Si ganan los valores corporativos y sectarios, o los frívolos y egoístas, la alianza resta.
En buena media, el destino electoral se juega en la capacidad de privilegiar los valores y aspiraciones del sector (o los sectores) de la población que entiende la asociación como positiva y complementaria.
Si Alfonsín-Sanz (ver Construyamos el Partido-28y34) y Macri-Duhalde (ver Construyamos el Partido-31) se vislumbran como dirigentes capaces de extender al resto de la sociedad su comportamiento partidario (puja en internas abiertas con debate de ideas y acatamiento al veredicto de las urnas), la opción del oficialismo (Cristina o quien sea) quedará relegada al tercer puesto, es decir, no participará del ballotage.

La Ciudad de Buenos Aires

En el orden nacional Macri no tiene rival dentro del PRO.
No ocurre lo mismo en la Ciudad de Buenos Aires. Dos cuadros políticos  de reciente aparición (pero de gran trayectoria durante los últimos 5 años) se precandidatean para la elección de Jefe de Gobierno: Gabriela Michetti (ex – Vicejefa de Gobierno, actual Diputada Nacional y Presidenta del PRO Capital)  y Horacio Rodríguez Larreta (actual jefe de gabinete del Gobierno Porteño). Ambos tiene méritos más que suficientes para aspirar a ese alto cargo.
PRO, como partido, ha obtenido desde el 2003 más del 30% en todas las elecciones en que se presentara llegando al 60% en junio del 2007 cuando – en segunda vuelta – fue elegido Mauricio Macri como Jefe de Gobierno.
Se verifica ahora una oportunidad extraordinaria de realizar la “primera interna” partidaria dentro del PRO que debería ser abierta y no más allá del fin de abril.
De esta forma, tanto Gabriela como Horacio consagrarían sus condiciones dirigenciales desde un pronunciamiento electoral que sería incuestionable.
Podría pactarse que, quien saliera segundo, ocupara la Vicejefatura de tal forma de garantizar el mejor manejo posible de la legislatura local.
Mauricio podría declararse prescindente pero podría estimular un debate de ideas y propuestas que serviría como vidriera con vistas a la elección nacional de octubre.
Las internas son el mejor procedimiento para la elección de candidatos y fortalecen las estructuras partidarias. No hay democracia moderna sin estos procesos de calificación de sus dirigentes.
Se fortifica así la identidad partidaria y se relativiza el personalismo. Los individualismos sólo mediáticos terminan consumiendo a sus protagonistas  como un boomerang. El juicio “mitológico” de la opinión pública exacerba su auto-estima que los hace concebirse como “salvadores imprescindibles” y no como “representantes condicionados” por una estructura y un programa.
La pertenencia partidaria encuadra la conducta del dirigente y limita su margen de maniobra, pero lo convierte en un “actor social” más completo y menos sujeto a sus caprichos individuales.
PRO está al borde de convertirse en una opción válida local y nacional. Pero los tiempos apremian.
Está fijada para el 6 de junio la fecha de las elecciones en Las Comunas Capitalinas (primer y extraordinario ejercicio de descentralización en nuestra enorme Capital Federal). Lo razonable sería hacer en ese mismo momento la elección del jefe de gobierno y diputados locales, si no se alcanza en la Legislatura la mayoría especial  (40 votos) para su unificación en octubre.
El 6 de marzo se vencen los plazos legales para que el Jefe de Gobierno convoque formalmente  a las elecciones comunales.
Por acuerdo interno o, preferentemente por internas, estas candidaturas y este  cronograma debe ser decidido a la brevedad así como la explicitación de la voluntad de constituir, en el orden nacional, un electorado común con el Peronismo Disidente sometiendo a la voluntad de ese amplio espectro un programa y un candidato presidencial común.

Diego R. Guelar

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