viernes, 22 de julio de 2011

Construyendo los partidos – 52 (22-7-2011)

¿Que quieren los jóvenes?
Chile marca el camino

Desde los 70’s a los 90’s, una ola de jóvenes protagonizó dos procesos de convulsión política. La primera, profundamente anti-capitalista y anti-comunista, se pronunciaba “no alineada” y mezclaba marxistas y cristianos, obreros, estudiantes e intelectuales en un cuestionamiento de las reglas impuestas por la Guerra Fría entre americanos y soviéticos.
Masivas movilizaciones ocurrieron durante los 70´s en Paris, Berkeley (California), Buenos Aires, Córdoba y Rosario (Argentina), Londres y Roma pero también en Praga, Varsovia y toda Europa Central. Una dura represión impulsada desde Washington y Moscú ahogó este proceso que tenía un contenido idealista y generacional en el marco de una gran confusión ideológica.
Los que sobrevivimos a la represión y no nos refugiamos, por decepción, sólo en la actividad privada, protagonizamos los 90’s con ya 40 y pico de años de edad (en la primera ola teníamos veinti y pocos).
Interpretamos la caída del Imperio Soviético como una señal de fortalecimiento norteamericano – habían ganado la tercera guerra mundial – pero también como una oportunidad para generar un mundo más justo impulsado por el florecimiento de las democracias, el crecimiento del comercio mundial de la mano de los procesos de integración regional (NAFTA, UE, Mercosur, Sudeste Asiático) más la “revolución tecnológica” que masificaba la información y generaba condiciones para la igualación de oportunidades (no para todos, pero si para muchos).
El neo-liberalismo trató de imponer una “ideología única” que traspasó las fronteras y las consignas de “amor al dinero y al consumo” se impusieron en todos los continentes circulando como un rayo por Pekín, Moscú, Praga, San Pablo, Buenos Aires, Tel Aviv, Ciudad del Cabo o Nueva Delhi. Se pasó del “Guerrillerismo” al “Yuppismo” y de la “bohemia de pelo largo” a los trajes  Armani y los Audi no como ruptura sino como “evolución”.
El terrorismo internacional, la extensión del sida y la crisis desatada en el 2008 aguaron la fiesta del fin del siglo XX y quebraron “le sueño del siglo XXI”.
En el pasado había quedado “el hombre nuevo” de los 70’s, la “primavera democrática” de los 80’s y el “consenso de Washington” de los 90’s.
En esta primera década del nuevo siglo sólo se produjeron algunos delirios insustanciales y populistas como los de Chávez y Ahmadineyad o la admiración simplista frente as los BRICS.
La “locomotora juvenil” en sus dos expresiones tradicionales – la revulsiva de los 20’s y la del liderazgo de los 40’s – desaparece de la escena global pese a algunas protestas “antiglobalización” y algunos dirigentes que asoman frugalmente en la escena internacional.
Pero los unos y los otros se presentan ,muy dependientes de los “caprichos mediáticos” y más proclives a surfear las olas que a dirigir el barco.
En Argentina “El Modelo” y “la Cámpora” están protagonizando su ocaso irremediable: “El Modelo” es sólo una estafa de corto plazo y, si el original Cámpora duró 45 días, este simulacro pseudo-ideológico será sepultado antes que pueda preocuparnos seriamente. El problema no es la “izquierdización o la derechización juvenil” sino su dolorosa ausencia.
Ojalá tuviéramos un partido social demócrata que tuviera su versión universitaria y su central obrera.
Si así fuera, seguramente tendríamos también un partido social-cristiano con una juventud entusiasta y una rama sindical poderosa.
En este contexto de vacío y confusión, la juventud se expresa más por una adhesión al fútbol y al Rock ( con mucho de tácita protesta frente a la ausencia de liderazgo ) que por la organización política y el debate ideológico.

El caso Chileno

Políticamente la juventud participa a través de la educación, la cultura, la capacitación laboral, la demanda de empleo, y la pertenencia a los partidos políticos.
Este último aspecto está severamente debilitado en Argentina.
No así en Chile. Allí vemos como, en el 2006, el 2008 y ahora se producen manifestaciones de cientos de miles de estudiantes secundarios, universitarios y profesores que exigen una mejora sustancial en el sistema educativo. Todos ellos son miembros,  adherentes o simpatizantes de alguno de los partidos políticos en actividad. Según la evaluación PISA (realizada por la OCDE) y el informe de la CEPAL 2010 en el año 2000 Argentina y Chile estábamos casi a la par en cuanto al comportamiento del sistema educativo. Según estos índices, Chile lo mejoró en un 12% en esta década y Argentina decayó un 11%.
Argentina tiene 720 horas anuales de clases por año en el ciclo primario ; Chile, 992; en el secundario Argentina alcanza las 900 horas y Chile llega a 1000.
           Chile ocupa el lugar 44 del ranking (los primeros son Corea del Sur y Finlandia); Argentina el 58º sobre 63 países.
En Chile 70% de los alumnos completan la educación secundaria, en Argentina, 50%.
Chile estaba muy por debajo de Argentina. Sus logros actuales marcan una tendencia por la cual nos duplicará en rendimiento educativo en la próxima década.
Lo mismo ocurre en los otros rubros – capacitación, generación de empleo y participación política – lo que constituye un semillero tanto para la futura organización social como para la detección de talentos individuales.
           En Chile, el actual ingreso per cápita es de U$ 15.000 y en los últimos 20 años ha reducido a la mitad su índice de pobreza.
¿Po qué protestan tanto si están avanzando? Justamente por eso. El mayo francés o las manifestaciones en Berkeley no ocurrían en los países más atrasados sino en aquellos que representaban la elite educativa.
Chile consolidó un modelo autoritario durante el régimen del Gral. Pinochet pero,  como alcanzó logros indudables, el sistema se mantuvo atado a algunas de sus premisas – arancel universitario de U$50 dólares, régimen discriminatorio entre municipalidades ricas y pobres y férrea disciplina.
La participación política juvenil – la verdadera – es siempre conflictiva porque es cuestionadora, rebelde y utópica.
En Argentina estamos atravesando un ciclo juvenil donde la actuación política de las juventudes – mínima – se expresa sólo por los extremos: la ultraizquierda en las universidades y escuelas secundarias estatales o la apoliticidad de derecha en los institutos privados.
¿Dónde y cómo se forman los líderes del futuro? Algunos idiotas de barrios cerrados creen que haciendo phd’s en universidades extranjeras y otros, tan idiotas  como los anteriores, aseguran que el resentimiento y la bronca son el germen de futuras e idealizadas revoluciones.
La única vía es el desarrollo económico de la mano del mejoramiento de la educación pública. La educación privada es sólo un acompañamiento complementario de la pública.
Nosotros lo sabemos por que tuvimos ambas y las perdimos.
La solución no es volver a  “laica o libre” o si la patria es peronista o socialista y mucho menos al silencio es salud.
La respuesta es organizar las juventudes de los partidos políticos como motor de la afiliación, la movilización y la capacitación. Ese es el verdadero capital chileno y, si no reproducimos ese mecanismo, nuestro futuro será cada día más incierto.

Diego R. Guelar



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