jueves, 21 de octubre de 2010

Construyamos el partido 22 (21–10–10)

Las grandes transformaciones ideológicas del siglo

En el siglo XXI están ocurriendo acontecimientos de una magnitud extraordinaria sólo comparables a los que pasaron el siglo IV de la Era Cristiana.
El Emperador Constantino (272-337 d.c) legalizó por el Edicto de Milán la religión cristiana en el 313 d.c. y convocó al “Concilio de Nicea” (325 d.c.) para organizarla como religión de estado. Este último paso fue dado por el Emperador Teodosio en el 380 d.c. con el Edicto de Tesalónica.
En sólo 50 años, una primitiva secta judía, (los cristianos, según su nombre griego) perseguida durante 300 años, se convertía en religión oficial del Imperio Romano.
Es en Nicea donde se establece la veneración a María, las imágenes y los santos, la Trinidad y la naturaleza de Cristo. Es evidente la influencia greco romana en el nuevo dogma tanto en la adaptación de las viejas leyendas politeístas como en el pensamiento de Cicerón y los jurisconsultos (siglo I d.c) que ya habían concebido la unicidad en un solo Dios creador del universo  y fuente de legitimación del poder imperial.
Se rompe así todo vínculo con el origen mosaico (ley de Moisés) pasando los libros de 1) Génesis, 2) Éxodo, 3) Levítico, 4) Números y 5) Deuteronomio a considerarse el “Viejo Testamento” y manteniendo a Moisés y Abraham como “profetas” que anunciaron la llegada del Mesías.
De allí en más, la primera religión monoteísta – que era oriental – pasa a convertirse en el fundamento de la creación del Occidente Cristiano.
         
           En China está pasando algo similar en los últimos 60 años.

Una milenaria civilización con dos grandes religiones, el Taoísmo (siglo VI a.c.) y Budismo (siglo I d.c.) y un filósofo inspirador de sus tradiciones ancestrales: Confucio (siglo VI a.c.)
China padece una continua guerra civil  entre 1821 y 1949. Entre esos años se producen las 2 guerras del Opio, la desaparición del Imperio y su sustitución por la república en 1911, la ocupación japonesa y la guerra por el control político entre el Partido Comunista Chino (creado en Shangai, en 1921) y el Partido Nacionalista (Kuomintang). El primero conducido por Mao Tse Tung y el segundo por el General Chiang Kai-shek. Este último es derrotado en 1949 y se retira a la Isla de Formosa donde funda la República de Taiwán
Entre 1949 y 1976 se consolida la unidad de la Nación pero se realizan experiencias económicas y políticas frustrantes (como el “salto para adelante” de 1956 y la “Revolución Cultural”–1966-1976) que producen atraso, hambrunas y persecuciones.
 Recién en 1978 (XI Congreso del PCCh)  - después de la muerte de Mao – se hace cargo  Deng Xiaoping quien lanza la política de apertura y de capitalismo de estado que fuera tan exitosa durante los últimos 30 años.
Es en este periodo en el cual se produce la síntesis entre la antigua filosofía china y la doctrina marxista que guía al PCCh.
La experiencia comunista derrotada en Occidente con la caída de la URSS, se encarna en el Lejano Oriente y se establece una nueva vinculación filosófica entre Confucio, Lao -Tse, Buda y Marx de la misma forma que en Occidente se hizo entre la religión greco-romana y el cristianismo.
Marx, Lenin, Stalin y el propio Mao se convierten en “Profetas” del nuevo orden y la URSS en el “viejo testamento” de un nueva fé.
Tanto en Occidente como en Oriente (versión China) el poder temporal se separa del espiritual, apartando totalmente a este último del poder político y económico.
La existencia del nuevo G-2 (USA y China) expresa una nueva correlación del poder mundial en una ecuación móvil que se desarrollará a lo largo de este siglo.
Mientras tanto, en Europa, se vive desde 1950 el proceso de superar la “ideología nacionalista” para pasar a la Unión Europea y estabilizar – con paz y progreso – una región que en los 3 últimos siglos había tenido 250 guerras interiores y muchas externas.
La democracia cristiana, el socialismo democrático y hasta el comunismo – después de romper su dependencia de Moscú – más los liberales y los conservadores enfrentan el desafío de construir un espacio político, económico y social único que modifica profundamente los paradigmas ideológicos del pasado.
Una nueva doctrina – la integración – rompe las premisas con las cuales se habían construido las grandes naciones contemporáneas y se habían producido los grandes enfrentamientos bélicos de los últimos siglos.
El mundo musulmán protagonizaba en la misma 2ª mitad del siglo XX los movimientos anti-coloniales pero el conflicto entre laicismo y religión fue – hasta ahora – hegemonizado por el segundo. Las necesidades de las monarquías y las dictaduras republicanas hicieron de una interpretación literal del Corán un instrumento político de disciplina social.
Es la cultura Musulmana la única donde la influencia teocrática sigue jugando un papel central.

Impacto en nuestra región
China ha desarrollado en los últimos 20 años (con una aceleración espectacular en los últimos 5) una creciente vinculación económica con el Subcontinente Sudamericano.
Para el año 2009, ya era la primera socia comercial de Chile, Perú y Brasil y la segunda de Argentina (nuestra primera es Brasil). Está en plena marcha una “segunda fase” de esta aproximación con un billonario programa de inversiones centradas en minería, petróleo (y petroquímica), gas y alimentos.
Esta “nueva relación” se basa en el respeto, por parte del gobierno chino, de las formas de organización política local, sin pretender una “exportación” del modelo chino. El PCCh reconoce el fracaso de la política soviética en occidente durante el siglo XX y no pretende reproducirla.
La influencia europea conserva su vigor en la transferencia de la “ideología integradora” manifestada en la creación del MERCOSUR, la Comunidad Andina y la UNASUR así como en la administración de servicios públicos privatizados, el petróleo y la banca.
El “patio trasero” de los EEUU, consolidado durante todo el siglo XX, comenzaba a construir un nuevo equilibrio geo-estratégico con un componente ideológico plural donde los partidos de centro-izquierda y centro–derecha se alternan en el poder siguiendo el modelo europeo.
Los resabios del “populismo nacionalista” todavía persisten, pero en franco retroceso.
En el caso argentino, surge con claridad que la piedra angular de nuestra política exterior tiene 3 caras: a) la integración sudamericana, b) la ocupación del Atlántico Sur, y c) la relación con China.
Estas tres facetas se interrelacionan en forma permanente dada la relación inter-regional China-Sudamérica (marco de nuestra relación individual) y la coincidencia de intereses económicos de Argentina, Brasil y China para explotar los recursos petroleros, gasíferos, minerales y pesqueros del Atlántico Sur.

El debate ideológico
El pragmatismo requerido para encarar este nuevo sistema de relaciones no puede dejar de lado el debate de las ideas. Nuestros “socios” en este teorema – China y Brasil – tienen  partidos (o partido) bien organizados y con una importante producción político – ideológica que cimienta sus éxitos sociales y económicos.
El pragmatismo es el mecanismo  de adaptación de la teoría a la práctica. Nunca el cepo o la censura al desarrollo de las ideas.
Es un sólido sistema de pensamiento el que hace previsible la economía y operativo al Estado. Las dos “grandes revoluciones planetarias” – la cristiana y la marxista -, se arraigaron en occidente a través del pensamiento social – cristiano y el social – demócrata como las versiones pacíficas que emergieron del brutal enfrentamiento entre Fascismo y Comunismo.
Debemos encontrar la “forma argentina” de incorporarnos a este debate.
Decretar “la muerte de las ideologías” o la “inutilidad de la historia” es sólo una forma de la ignorancia o la estupidez.

Diego R. Guelar

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