lunes, 4 de octubre de 2010

Construyamos el Partido 20 (4-10-10)

Paro general en España y libertad sindical en Argentina

El pasado 29 de septiembre se realizó el primer paro general (en los últimos 8 años) en España. Fue convocado por las tres centrales obreras, la UGT (Unión General del Trabajo), ligada al PSOE, las CCOO (Comisiones Obreras) vinculadas al Partido Comunista y la CTA (Central de los Trabajadores Argentinos) de las agrupaciones anarquistas.
El motivo fue el plan de ajuste lanzado por el gobierno socialista reduciendo las indemnizaciones por despido, limitando salarios públicos y restringiendo los programas de subsidio al desempleo.
El mismo día se movilizaron gremios en 11 capitales europeas manifestando su oposición a planes semejantes en todo el continente.
En España, al igual que en toda Europa, la organización sindical tiene referencias políticas ligadas a la social-democracia, el social-cristianismo y el Partido Comunista.
Esta relación se ha ido modificando a lo largo de las últimas décadas evolucionando hacia una mayor independencia y una política sindical menos controlada por los gobiernos y los partidos.
Así como se ha consolidado la división de poderes, la libertad de prensa y la sindical (el 4to y el 5to poder) han operado como mecanismos para reasegurar la imposibilidad de alcanzar “acumulaciones de poder” nocivas y peligrosas. No se ha alcanzado todavía desde el Banco Central Europeo un mecanismo que recorte el “Poder Financiero” que todavía goza de privilegios alarmantes. La última crisis del 2008 indica la gravedad de mantener mecanismos no regulados por los Estados y el enorme costo que producen, luego del desastre, los planes de rescate de las instituciones financieras.
La relación entre sindicatos y partidos políticos ha sido materia de debate durante los últimos 100 años.
Las organizaciones obreras nacen como expresión de protesta ante los abusos del “capitalismo salvaje” que no reconocía derecho alguno a sus trabajadores.
A partir de 1930, el sindicalismo logra su reconocimiento legal pleno en occidente pero con una fuerte tendencia a ser controlado por el Estado (en los países fascistas o comunistas) o condicionado por las grandes corporaciones (en USA).
En Argentina, los sindicatos (socialistas, comunistas y anarquistas) fueron independientes y severamente reprimidos hasta 1945. Con la ascensión al poder de Juan Perón, la situación cambió radicalmente. Las medidas propuestas por los socialistas (8 horas de trabajo diarias, jubilaciones, vacaciones, aguinaldo, obras sociales, etc.) fueron impulsadas desde el poder y se verificó el sindicalismo concentrado en una sola CGT (Confederación General del Trabajo) que comenzó a operar como la “columna vertebral” del “Movimiento Peronista”.
Esa simbiosis marcó la identidad del movimiento obrero hasta la fecha.
En periodos completamente antitéticos – los gobiernos militares, el periodo radical de 1983-1989 o el gobierno de Carlos Menem – los sindicalistas supieron combinar “planes de lucha” con una exitosa estrategia negociadora que les permitió constituirse en sólidas y rentables empresas amparadas por el poder de turno que los consideraban una parte imprescindible para la gobernabilidad del Estado y una fuente de apoyo imprescindible para cualquier sueño de poder sectorial o personal.
En 1992 nace la CNT (Confederación Nacional del Trabajo) impulsada por el peronista democristiano Víctor De Genaro, Secretario General de la ATE (Asociación de Trabajadores del Estado) que hoy cuenta con 1 millón de afiliados.
Su “razón de ser” fue oponerse al programa neoliberal de privatizaciones lanzado en los 90’s en confrontación con la CGT oficialista que respaldaba al gobierno de Carlos Menem. Su fuente de inspiración era el “nuevo sindicalismo brasilero” fundado en los 70’s por Ignacio Lula da Silva. Su diferencia central es que no pudo apuntalar el crecimiento en paralelo de un Partido de Trabajadores.
La CGT pudo resistir – por su anclaje en el poder político – las pretensiones de la CNT de tener reconocimiento de su personería gremial.
La OIT (Organización Mundial del Trabajo) venía bregando para que Argentina cumpla con el Convenio 87 (que sancionaba la plena libertad sindical) que nuestro país había ratificado por ley en 1960.
En 1994 el Convenio 87 de la OIT fue incorporado a la Constitución  Nacional reformada.
Con el advenimiento del matrimonio Kirchner al poder, se produce la “curiosa” situación por la cual la CNT, conducida por Hugo Yarsky (Secretario General del gremio docente) se alinea con el gobierno al mismo tiempo que la CGT liderada por otro Hugo – Moyano - , líder de los camioneros, apoya también las políticas oficiales.
Sin embargo, pese a las promesas oficiales, la CNT no consigue su personería gremial.
El 11 de noviembre del 2008, la Corte Suprema de Justicia emite un fallo histórico: le reconoce a ATE el derecho a elegir delegados pese a no estar afiliados al gremio con reconocimiento de personería legal (en este caso, la asociación del Personal Civil de las Fuerzas Armadas). Además, abre la puerta para organizar sindicatos sin la aprobación previa del Ministerio de Trabajo.
El último capítulo de esta apretada síntesis histórica es el triunfo en las elecciones generales para la renovación del Secretario General de la CNT por parte de Pablo Micheli (Secretario General de ATE y discípulo de Víctor de Genaro) quién derrotó a Hugo Yarsky por más de 20.000 votos.
La nueva capacidad legal de la CNT, su conducción opositora al kirchnerismo y sus lazos con la izquierda liderada por “Pino” Solanas, plantea un escenario que complicará los planes K de mantener en su “modelo” a la nueva izquierda política y sindical que empieza a conformarse.
La primera señal de tal fractura es el anuncio de la salida de la CNT de la dirigente jujeña Milagros Sala que combina ultra-izquierdismo con abundantes subsidios directos del matrimonio presidencial.
Están dadas todas las condiciones para que, a partir del 2012, se construya en Argentina un sindicalismo libre, sin sometimiento al gobierno ni a los partidos políticos, que pueda articular una relación responsable con las organizaciones empresariales para construir, todos juntos, el desarrollo económico y el proyecto social que necesitamos.
También debemos ver aparecer, desde las organizaciones obreras, los dirigentes políticos que, como tales y no amparándose en su gremio, aporten a la construcción de partidos políticos con diferentes ideologías pero que, todas ellas, deben contar con el aporte del sector del trabajo manual, técnico, intelectual, rural y profesional.
Capital y trabajo, Estado y particulares, partidos y sindicatos deben expresar pluralidad pero también la voluntad común de contribuir al bienestar general aceptando que nadie puede ejercer “per se” la hegemonía sobre el conjunto.
La centro-derecha no puede estar ausente de este proceso. La representación del sector del trabajo debe ser un ingrediente importante en su captación de cuadros teniendo en cuenta que las doctrinas sociales no solo son de izquierda y que tanto desde el liberalismo, o el social-cristianismo  se han impulsado grandes avances en el campo de la justicia social.
El principio de la administración del capital como responsabilidad social y no como apropiación individual es la ideología predominante en los países más avanzados. Ni la utopía socializante ni el egoísmo rentista pueden ser otra cosa más que marginales en una modernidad que ha dejado atrás esas experiencias frustrantes.

Diego R. Guelar


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