viernes, 22 de octubre de 2010

Construyamos el Partido 23 (22-10-010)

El enfrentamiento sindical

A la división entre dos centrales obreras – la CGT y la CTA – se suma la multiplicación de las agrupaciones de base y comisiones internas fabriles de izquierda que se multiplican por miles en el Estado y la actividad privada.
Se generan, cada vez más y con más frecuencia, episodios de enfrentamiento violento entre las diferentes facciones.
El más reciente fue el ocurrido el miércoles 20 de octubre  entre una “patota” que respondía a las autoridades del gremio ferroviario y grupos de trabajadores contratados que exigían su efectivización y aumentos salariales, en el sur de la Capital Federal. El saldo: 1 muerto y una herida grave.

No será el último

Si hay un sector renuente a su democratización, ese es el sindicalismo argentino, con más de 3.000 organizaciones nacionales afiliadas.
En el “Construyamos el Partido-20” hicimos referencia a los antecedentes que vienen jalonando una historia rica en luchas heroicas y violencias mafiosas.
Lo más significativo del panorama actual es que, ni la llamada “burocracia sindical” ni su oposición institucional, ni sus adversarios de centro-izquierda, ni sus enemigos de ultra-izquierda, tienen una representatividad política que pueda traducirse en significación electoral.
Los unos tienen un enorme poder económico y de aparato (y son prósperos empresarios); los otros movilizan a decenas de miles de fanáticos apóstoles de una supuesta revolución social que traerá la igualdad desde la “derrota del imperialismo y la oligarquía”.
En el medio, con el riesgo permanente que nos alcance una bala perdida, estamos la inmensa mayoría de los argentinos de todos los estratos sociales que descreemos profundamente de ambas prepotencias cuyos argumentos ignoramos y despreciamos.
Lo que no podemos evitar es sentir una sensación de impotencia y otra de miedo por la vulnerabilidad creciente que nos invade.
Desde el lado del gobierno, se especula con la falta de representatividad de los sectores en pugna y decide sólo “liberarles las zonas” para facilitar el enfrentamiento y, eventualmente, pedir a los jueces que intervengan como si el carácter delictivo “in fraganti” no alcanzara para actuar directamente y garantizar la seguridad ciudadana.
Desde la sociedad civil, se multiplican las ONG’s de los afectados por la violencia social y/o delictiva donde padres, esposas, madres e hijos deben representarse a sí mismos frente a las autoridades reclamando justicia.

Los ausentes son los partidos políticos.

No alcanzan los comunicados de repudio, ni las presencias seriales televisivas de diputados y concejales que se gritan sus versiones parciales e histriónicas.
Lo que falta es el funcionamiento de las organizaciones políticas como representantes de la ciudadanía.
Cada día aparecen más disociadas las candidaturas personales (en general y en particular son ejercicios de especulación individual, vaciados de todo contenido y sentido de liderazgo) con la problemática de la mayoría de los ciudadanos que, ni siquiera, sienten que deben exigir a sus supuestos líderes la actitud de ponerse a la cabeza del reclamo social.
Curas, rabinos, parientes, amigos, convocan a las movilizaciones como si existiera la posibilidad de ejercer una democracia directa y asambleísta.
“Que se vayan todos” suena a chiste de humor negro y no puede interpretarse como otra cosa que un grito desesperado frente al vacío que se verifica pese a que de aquí no se va nadie.

Pero no hay solución personal ni mágica.

No crecerán brazos, ni piernas ni voces que sustituyan al ciudadano organizado y participando.
Nos acostumbramos a ver las inmensas movilizaciones de Republicanos o Demócratas norteamericanos en sus millonarias internas  (en plata y en gente) para elegir sus candidatos y atacar o defender lo que creen que son causas justas.
Hemos visto a millones de franceses protestar por la intención de alejarles sus jubilaciones.
Nos hemos emocionado con las marchas multitudinarias de los españoles encabezadas por sus dirigentes políticos repudiando la violencia criminal de ETA.
Nos maravillamos de los 20 millones de votos brasileros para apoyar a una humilde dirigente que representa al medioambiente y los credos religiosos.
Admiramos a las fuerzas políticas que se enfrentan con el narco-terrorismo pese a la brutalidad de las represalias que enfrentan en Colombia y Méjico.
Nos asombramos con la capacidad de resistencia venezolana frente a la prepotencia de Hugo Chávez.
Nos sorprende la capacidad organizativa chilena para organizar el rescate de 33 mineros o el generoso ejercicio de la presidencia uruguaya por parte de quien pasara 14 años preso.
Todos estos hechos que nos llaman la atención no son otra cosa que el resultado del avance político de las sociedades a las que hacemos referencia.
Mientras no reaccionemos como ellos, seguiremos condenados al retroceso y a la vergüenza.
Recuperaremos plenamente el orgullo de nuestra nacionalidad cuando ejerzamos en plenitud nuestros derechos y obligaciones.

Diego R. Guelar

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