miércoles, 9 de marzo de 2011

Construyamos el Partido-38 (09/03/11)

El lanzamiento del “Cristinismo” como neo-gorilismo de izquierda

La Argentina vivió fracturada entre Peronismo y Anti-Peronismo entre 1945 y 1990. Fuero 45 largos años de irreconciliable enfrentamiento que generó una deformación de nuestra cultura política que aún hoy persiste-como fractura, aunque en otros términos- y tiñe todos nuestros comportamientos.
Desde la Unión Democrática y la respuesta de campaña implementada por Perón – Braden o Perón – utilizando la foto de un acto de campaña donde el Embajador Spruille Braden aparecía marchando del brazo con dirigentes Conservadores, Radicales, Socialistas y Comunistas, el Peronismo pasó a ser definido ideológicamente – según la óptica desde donde se lo criticara – como “Fascista” o “filo-comunista”.
Su extraordinario éxito electoral, social y político lo transformó en objeto demonizado por la izquierda y la derecha tradicionales que fueron desplazados abruptamente  de toda influencia mientras una nueva clase política se adueñaba del poder desde una alianza empresarial – obrera – militar – clerical.
Aunque a lo largo del tiempo esta alianza se fuera modificando, sus componentes esenciales perduraron y mantuvieron vivo a un “movimiento” que desarrolló una extraordinaria capacidad de adaptarse a las inclemencias de los golpes de estado, proscripciones, persecuciones, exilios que llegaron a excomuniones religiosas y crueles campañas de exterminio físico.
Como fracasaban los intentos externos, se produjeron todo tipo  de intentos para “coparlo desde adentro”- entrismo - o desde alianzas de ocasión que trataron de conducirlo y usufructuar su inmenso capital político.
Al inicio, La derecha católica trató de copar al Peronismo desde la influencia religiosa en la educación, pero en 1954 ese proyecto estaba agotado y la Iglesia participó del golpe de 1955.
Desde la “resistencia peronista”, el delegado de Perón – John William Cooke – se acercó a la Revolución Cubana en los 60`s y comenzó el acercamiento con La Habana y  sectores del Partido Comunista Revolucionario que se habían apartado de las directivas de Moscú.
Perón echó a Cooke de la conducción del Peronismo.
Arturo Frondizi se alió con Perón desde una concepción progresista – a la que llamó “desarrollismo” – tratando de unir el tronco radical Irigoyenista con el sindicalismo nacionalista y financiamiento norteamericano del sector petrolero y automotriz. Los delicados equilibrios se le desmoronaron cuando no pudo cumplir con los compromisos de garantizar elecciones libres en 1962. Perón y las fuerzas armadas prescindieron de él.
Desde 1965, Augusto Timoteo Vandor, Secretario General de la Unión Obrera Metalúrgica, lidera una propuesta que fue identificada como “Peronismo sin Perón”, pivoteando en la alianza entre un sector importante del sindicalismo, el Nacionalismo cristiano, parte de las Fuerzas Armadas y empresarios locales del sector alimenticio ligados a capitales extranjeros. La alianza se plasmó en el golpe de estado de 1966 y, tuvo tanta fuerza inicial que el propio Perón tuvo que proponer “desensillar hasta que aclare”. Vandor terminó asesinado por un grupo guerrillero peronista (las FAP).

Durante todos los 60´s se produjo una creciente alianza entre sectores peronistas con el sindicalismo de izquierda y grupos del cristianismo tercermundista que luego organizarían las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas), las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias), el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) y Montoneros.
En 1969 irrumpe el “Cordobazo” y en 1970 es asesinado el Gral. Pedro Eugenio Aramburu que estaba negociando con Perón una salida para el régimen corporativo que encabezaba el Gral. J. Carlos Onganía. En 1973 es elegido por tercera vez J. Domingo Perón quien desplaza violentamente al sector de izquierda que había encabezado la resistencia y había forzado su retorno.
El “entrismo” había estado muy cerca de lograr, desde la izquierda, la conversión de un movimiento de fuerte impronta cristiana, centrista y sindical, en un movimiento revolucionario marxista. Sólo Perón, antes de morir en julio de 1974, pudo impedir este desplazamiento ideológico pero al costo de abrir un periodo de extrema violencia que sería profundizado por el régimen militar que se hizo cargo del gobierno el 24 de marzo de 1976.
El sistema político quedó afectado para siempre. La restauración democrática no estuvo liderada por una movilización civil encabezada por los partidos políticos, sino por la derrota militar del Régimen en Malvinas infringido por las tropas británicas enviadas a Malvinas por la Primera Ministra Margaret Thatcher con el apoyo logístico de los E.E.U.U..
El único político significativo que se opuso a esa guerra fue Raúl Alfonsín, quien ocuparía la presidencia en diciembre de 1983 con el apoyo del 54% de la ciudadanía.
El Presidente Alfonsín no puedo evitar la tentación de cooptar al Movimiento Peronista e intentó construir un “Tercer Movimiento Histórico” (el primero, el Irigoyenismo; el segundo, el Peronismo) aunando a alfonsinistas y peronistas en una fuerza social-demócrata y pretendiendo  hacer una reforma de la Constitución que le permitiera alcanzar un segundo mandato.
El fracaso del “Plan Austral” condenó ambos objetivos y tuvo que abandonar la presidencia 5 meses antes que finalizara su mandato en el medio de un espiral inflacionario que en 1989 alcanzó el 5.000%.
Lo sucedió Carlos Saúl Menem quien produjo un giro copernicano al asociar al Peronismo, políticamente con la UCD Liberal de Álvaro Alsogaray y económicamente con la multinacional Bunge & Born produciendo un indiscriminado proceso de apertura económica y endeudamiento externo que, si bien trajo aparejado un sostenido crecimiento de 6% anual durante una década, produjo desindustrialización y altos índice de desocupación.
El “modelo” de ese entonces consistía en incorporar a la Argentina a los flujos internacionales de inversión y crédito aprovechando el “entusiasmo capitalista” producido por la caída de la Unión Soviética
Para ese  momento, el Peronismo había recorrido todo el espectro político-ideológico de los últimos 50 años; había coqueteado con el catolicismo de derecha y de izquierda; el sindicalismo fascista y el progresista; el empresariado nacional proteccionista y las multinacionales, la intransigencia Radical, la Democracia Cristiana, el Socialismo, el marxismo, la guerrilla, el Conservadorismo y el liberalismo moderado y extremo.
Ninguna fuerza había girado tanto y tan rápido logrando convertirse en un trompo sin brújula que utilizaba al “pragmatismo” como justificación de sus espásticos y oportunistas movimientos pendulares. Su misión histórica, que la tuvo y fue extraordinariamente importante, estaba agotada.
Las consecuencias no podían dejar de hacerse sentir. Es imposible atravesar el autoritarismo, la represión genocida, la hiperinflación, el default y la sistemática destrucción institucional, sin  lesionar gravemente el tejido social y las instituciones políticas de una sociedad tan vapuleada y maltratada durante más de 5 décadas ininterrumpidas.
La crisis del 2001 es el pozo negro donde nos caímos después de semejante maltrato.
El matrimonio Kirchner atravesó desde su primera juventud este proceso. Supieron militar en la J.P setentista, se apartaron del guerrillerismo y se reconstruyeron política y económicamente en su exilio patagónico.
Desarrollaron una extraordinaria voluntad política y ejecutaron con frialdad y precisión un proyecto que sintetizaba las experiencias aprendidas durante más de 30 años de militancia en este ecléctico y surrealista movimiento que permitía ser al mismo tiempo “la Biblia y el Calefón”.
Néstor Kichner logró en el 2003 verticalizar a todos y mezclarlos en la misma bolsa. La CGT de derecha con la de izquierda, Duahlde con los piqueteros, Redrado con Verbitsky, las madres y abuelas de Plaza de Mayo con Moyano y Cristóbal López. Techint y Clarín, Reutemann, Scioli, De la Sota, Chacho Álvarez, Bordón, Timerman, el Gral. Balza, podían ocupar un lugar en una orquesta que crecía al 7% anual y podía lograr su autosucesión en el 2007 con Cristina a la cabeza como interludio para obtener 2 mandatos más para Kirchner a partir del 2011.             
 Pero la estantería comenzó a resquebrajarse en mayo del 2008. Empezando por el campo sojero siguieron luego muchos de los actores  que se habían embarcado por convicción, error o mera  especulación desde mayo del 2003.
Las arterias coronarias derrotaron a Néstor Kirchner y su esposa debió, además de continuar sola el último año de su mandato, constituirse en la albacea de su legado.
El impacto de la viudez generó un masivo efecto de apoyo que se tradujo en índices de popularidad que volvían a mostrarse tan altos como los del 2005 o el 2006.
Muchos pensaron que “la señora” giraría al centro, corregiría errores, convocaría a la oposición y así se garantizaría una sólida convocatoria que le permitiría ser reelecta en primera vuelta. La oposición estaba muy lejos de un posicionamiento sólido para candidatearse como sucesión o como alternativa.
El Radicalismo se refugió en su seguro protocolo de internas partidarias haciendo honor a su condición de “único partido nacional democrático”. Cuenta con el Partido Socialista como socio en un proyecto de “corte progresista”.
El PRO comenzó a construir su alianza con el “Peronismo disidente” para edificar una alternativa de centro-derecha.
Los “mohicanos solitarios”- Pino Solanas y Lilita Carrió – se pronunciaron por el “testimonialismo principista”.
Y la Sra. Cristina se embarcó definitivamente en eso que llaman en su círculo áurico la “profundización del modelo” que no es ni más ni menos que la destrucción  definitiva de los delicados equilibrios prácticos que su marido supo cultivar aprovechando las debilidades del sistema institucional más las apetencias personales y grupales que el oportunismo y la corrupción económica y moral multiplicaba.
Donde no funcionan las instituciones, germinan las cortes y los alcahuetes que se entusiasman con sus propios delirios, mentiras, encuestas y el barullo que siempre acompaña al poder y lo confunde si no hay valores y estructuras que lo sustenten.
Esa sociedad que había transitado el Peronismo y el antiperonismo desde 1945 a 1990; que había superado esa antinomia en la siguiente década y que había vuelto a fracturarse en kirchneristas y anti-kirchneristas, en vez de mirar al futuro aprendiendo de sus errores, vuelve a intentar revivirlos.
¿Quién en su sano juicio puede pensar que el “camporismo” que duró 45 días en 1973 puede ser la bandera reeleccionista en el 2011?
¿Es posible acorralar a quien más tracción electoral oficialista sigue produciendo – Scioli – por privilegiar una lista colectora del 5% - Sabatella?
Se puede acosar a las fuerzas de seguridad y las armadas en el medio de la mayor crisis de seguridad interior de la historia?
¿Puede compensarse con subsidios, milanesas y fútbol gratuito un espiral inflacionario y una fuga multimillonaria de capitales?
¿Puede agraviarse a nuestros principales socios internacionales mientras se ensalza a Chávez y no se condena a Kadafi?
¿Puede encarcelarse a los principales dirigentes sindicales sin un verdadero modelo de renovación sindical?
Sí se puede. Lo que no se puede es pensar que la gente va a consumir este alocado producto y puede votarlo el 23 de octubre del 2011.
Hay que tener un solo cuidado. El pensamiento “gorila” tradicional era una suerte de elitismo aristocratizante que despreciaba a los “negros peronistas” a quienes  juzgaba como capaces de vender su alma por un colchón o un pedazo de pan dulce.
Ese pensamiento ignoraba – por ignorante o reaccionario – que el Peronismo significó una fenomenal redistribución del ingreso – superior a la de los países más desarrollados: 50% para el trabajo y el otro 50% para el capital.
Una verdadera revolución en paz que estimulaba la mejor convivencia entre sectores sociales resolviendo armónicamente sus conflictos.
Sería un pecado mortal que, desde afuera del pequeño círculo prebendario que rodea a la Sra. Presidenta y que ejerce brutalmente este pensamiento gorila disfrazado de progresismo de izquierda, se reaccionara de forma funcional al proyecto de perpetuación en el poder.
Este mecanismo consistiría en creerse la mentira oficial y correrse para esperar “una mejor oportunidad” y no confrontar ahora ante la convicción que la “vaca está bien atada”.
Del gobierno no puede esperarse más que la multiplicación de la locura. Desde la oposición, es un deber responderle con racionalidad, patriotismo y fe en la lucidez del pueblo y su capacidad para juzgar qué es lo que más conviene.
Nuestra obligación es construir la alternativa que los derrote el 23 de octubre, encabezándola o acompañando al que tenga la mejor chance de concretarlo.

Diego R. Guelar

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