jueves, 2 de septiembre de 2010

Néstor y Héctor, Perón y Yabrán

Los KK no creen en el sistema de Partidos. Han controlado el Partido Justicialista para garantizar su inmovilismo. Contaron con la complicidad de la  mayoría de sus dirigentes que, tampoco han hecho nada para que el viejo “Movimiento Peronista” se convierta en un moderno “Partido Justicialista” en concordancia con su propia historia y con nuestra constitución y las leyes.
Con la excepción del Partido Radical – único partido Nacional organizado – y el incipiente PRO, nada significativo se ha hecho en el campo partidario durante los últimos 30 años. La misma UCR – con un padrón histórico de más de 3 millones de afiliados – no lo ha actualizado ni depurado y el PRO sólo afilia a los efectos de cumplir con los mínimos exigidos por la ley de Partidos Políticos.
La Izquierda, encabezada por el Partido Socialista, nunca se planteó expresamente construir el “PSOE argentino”, es decir, juntar a marxistas y ex – marxistas con progresistas “light” en una sola organización nacional que nuclee a ese importante sector de la opinión pública en un solo proyecto. Así siguen dispersos los ex - FREPASO (Eduardo Sigal, Gerardo Conte-Grand, etc.), Fernando Iglesias (en la CCyS), Eduardo Macaluse (en el ex – ARI), el Proyecto Sur de Pino Solanas y el Nuevo Encuentro (del ex – intendente de Morón Martín Sabbatella),  Milagros Sala de Jujuy, las diversas organizaciones piqueteras, Quebracho, el Partido Obrero, etc.).
Del lado del “Peronismo Opositor”, se carece de un proyecto común que redefina una identidad partidaria conjuntamente con la mayoría del nuevo electorado independiente que expresa su adhesión a candidatos como Reutemann, De Narváez o Macri.
Por eso, los KK consideran a los líderes opositores como elementos marginales a la hora de la verdadera disputa por el poder y demonizan la “concentración mediática” como el único elemento capaz de aglutinar la oposición dispersa.  .
No puede negarse que nunca se dio en la Argentina una empresa multimedia de la envergadura del Grupo Clarín. Su desarrollo estuvo siempre ligado a su capacidad de lobby desde el gobierno de Arturo Fondizi hasta la fecha. Además, supo evitar dispersarse en otros emprendimientos empresariales, concentrándose en las redes mediáticas con extraordinario talento y apertura a las nuevas tecnologías.
Su conducta no difiere de la de la mayoría de los otros grupos económicos que supieron sobrevivir y crecer en condiciones de imprevisibilidad política y económica.
Su hecho distintivo no se verifica en su propio comportamiento, sino en la debilidad del sistema político y el desarrollo de un “mito nacional”; “No hay gobierno que pueda sobrevivir a tres semanas de tapas negativas de Clarín”. A esto hay que sumarle el poder personal de su CEO, Héctor Magnetto. En un país sin instituciones el poder se personaliza y se hace arbitrario y absoluto. Juan Perón y Alfredo Yabrán se convierten en los íconos que todo político y empresario admira y envidia.
“La concentración del poder” es el objeto deseable. La “jefatura”, el “monopolio”, las “mesas chicas”, los “entornos”, los “monjes ocultos” y las conspiraciones reales o inventadas, son su pantalla visible.
Las “vendettas”, los rumores, los agravios, las amenazas de castigos, inspecciones de la DGI y escuchas atentando contra la vida privada, son los instrumentos favoritos de las bandas y sectas que sueñan o disfrutan de una porción del poder.
Néstor Kirchner y Héctor Magnetto reemplazan a Perón y Yabrán en ese imaginario colectivo construido sobre tantos años de autoritarismo,  frustraciones y fracasos.          
En forma más simpática, deberíamos agregarle a Marcelo Tinelli con su monopolio del rating televisivo y Julio Grondona en la AFA.
¿Son estos los actores responsables o las víctimas de su propio protagonismo? ¿Son dictadores o sólo solitarios actores de su propia capacidad de ocupar espacios y la incapacidad de otros para equilibrarlos?
La respuesta no es personal. Hasta en los sistemas más desarrollados aparecen figuras que concentran el fervor (o rechazo) de multitudes.
El problema es la falta de sistema. En un país equilibrado, Kirchner no hubiera salido nunca de su provincia y Magnetto sería un respetado y exitoso empresario de medios, siempre sospechado y envidiado como los Azcárraga de Méjico o los Marinho de Brasil. Pero nadie piensa hoy que Televisa o O Globo gobiernan en Méjico o en Brasil. Tampoco lo hacen las Fuerzas Armadas, ni la Iglesia ni los sindicatos. Pero Sí los Partidos Políticos, porque esa es su tarea y para poder lidiar con individuos, corporaciones y sectores poderosos, los partidos tienen que ser también poderosos. Y su poder es el poder de la ciudadanía organizada, con disputas periódicas en elecciones internas y el control del brazo judicial del Estado (como poder independiente y creíble).
Sus propuestas tienen que estar sujetas a los programas aprobados y no pueden surgir ejes coyunturales como “el control del papel” o el “matrimonio gay” o “la ley de medios” al margen de los programas aprobados en los congresos partidarios.
Son los partidos los que deben instalar los nuevos temas y fijar posiciones luego del debate interno. Así se forman sus dirigentes, especialmente los más jóvenes, incorporando la historia como propia (aunque no la hayan vivido personalmente) y produce la formación ideológica que requiere décadas para madurar y decantar.
Se solidifica así el sentido de pertenencia, la solidaridad y la disciplina partidaria. Estos son los mejores reaseguros contra la aparición de liderazgos mesiánicos y oportunistas.
En la Argentina que construya partidos políticos, los Néstor y los Héctor serán anécdotas individuales relevantes, como merecen serlo, pero no otra cosa.

Diego R. Guelar

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